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El duelo desde la perspectiva del Antiguo Testamento – parte 1

El duelo, entendido como el acto de lamentarse, llorar o estar de luto,[1] es un tema muy recurrente en el Antiguo Testamento. ¿Qué hizo Abraham ante la muerte de Sara? ¿Cómo llevó José su duelo ante la muerte de su padre? ¿Qué hizo el pueblo de Israel ante la partida de Moisés? ¿Qué creencias o rituales se pueden observar en otros textos del Antiguo Testamento con respecto al duelo? ¿Cómo podemos aplicar estas creencias y rituales al contexto de hoy?

El duelo de Abraham ante la muerte de Sara

En Gn 23 se relata el entierro de Sara, esposa de Abraham. Específicamente en Gn 23:2 se indica que Abraham «hizo duelo y lloró por ella». El duelo de Abraham «describe su conformidad con la costumbre usual de sentarse en el suelo por un tiempo, mientras que “llorarla” indica la natural explosión de su dolor».[2]«Las palabras hebreas para duelo y llorar conllevan esta idea».[3] En los siguientes versículos del capítulo 23 se narra cómo Abraham busca un lugar para sepultar a su mujer. Al ser la vida de Abraham una vida de peregrinaje, no se le permitió que adquiriera una posesión, pero logró conseguir una cueva para depositar los restos de Sara.[4] Para Abraham era importante enterrar a su esposa porque en el antiguo Oriente «enterrar a los muertos era considerado un acto de misericordia, el último honor rendido y un deber imperativo de los familiares».[5]

El duelo de José ante la muerte de su padre

La muerte y entierro de Jacob, padre de José, se relata también en el libro de Génesis. Cuando José entendió que su padre había muerto, abrazó el cuerpo, lloró y lo besó (Gn 50:1).  El acto de llorar de José expresó un enorme y genuino amor por su padre.[6] Además, el deber de cerrar los ojos de su padre y de darle un beso de despedida recayó sobre José, miembro principal de la familia.[7] Después de esto José pidió que se embalsamara el cuerpo de su padre (Gn 50:2).

El periodo de luto que se tuvo en honor a Jacob fue de 70 días (Gn 50:3). Este periodo, por lo general, se prolongaba durante una semana, pero cuando eran personas importantes el luto se prolongaba por mucho tiempo.[8] Este «fue hecho un periodo de luto público, como a la muerte de un personaje real».[9]

El deseo de Jacob antes de morir fue ser enterrado junto a su padre y su abuelo en la cueva que estaba en el campo de Efrón, en Canaán. Allí también fueron sepultados Abraham, Sara, Isaac, Rebeca y Lea (Gn 49:29-32). Jacob entendía que pronto se reuniría con sus antepasados (Gn 49:29) creencia muy común en el antiguo Oriente, y José buscó realizar la petición de su padre (Gn 50:4-13). «El ideal era ‘‘reunir’’ al difunto con sus padres, en el sentido más literal, enterrándole en la tumba familiar, pero sin duda solo los ricos podrían permitirse tal lujo. Los pobres eran enterrados en fosas comunes o en cuevas».[10]

El duelo del pueblo de Israel ante la muerte de Moisés

La muerte de Moisés se narra en Deuteronomio. El pueblo de Israel hizo duelo por Moisés durante 30 días (Dt 34:8). Hacer duelo también significaba que «los miembros de la familia y sus amigos se reunían alrededor del difunto y se entregaban a lamentaciones rayanas en la histeria. El llanto estridente era el anuncio al vecindario de que había tenido lugar un deceso».[11] El relato bíblico indica que nadie conoce dónde fue sepultado el cuerpo de Moisés (Dt 34:5-6), sin embargo, no fue olvidado por su gente y eso se demostró en los 30 días que tuvo de luto.[12]  Aunque «siete días era el periodo usual del luto, para una persona de dignidad o eminencia oficial se extendía el periodo hasta treinta días».[13]

Creencias o rituales que se observan en otros textos del Antiguo Testamento

En Job 1:20, Job se rasga su vestido en señal de dolor y se rasura su cabeza. En Is 22:12 se le llama a Jerusalén a llorar, lamentarse, raparse su cabeza en señal de dolor y a usar ropas de tela áspera. En Jer 41:5 se observa que expresaron su dolor afeitándose sus barbas, rasgándose sus ropas y cortando su piel. En Am 8:10 y Mi 1:16 se confirma el acto de raparse la cabeza en señal de luto. En Esd 9:3 también se observa este ritual, el de raparse la cabeza y la barba junto al acto de rasgarse el manto o la camisa.

Por otro lado, se observa una costumbre muy peculiar en Jer 9:17-18, 2 S 14:2 y Am 5:16: se les pagaba a profesionales del llanto para que colaboraran con la familia en sus llantos.[14]  A estas personas se les conocía como «plañideras». Las plañideras acompañaban con sus gritos y lamentos el cortejo fúnebre, se tiraban del cabello, se vestían de saco, se golpeaban el pecho y se sentaban sobre ceniza, llorando aparte hombres y mujeres. Las lágrimas se consideraban como un remedio eficaz contra el dolor ocasionado por la pérdida de un ser querido.[15] Estos ritos y costumbres se han asociado no solo al dolor natural, sino al temor a los espíritus de los difuntos. Es como si los vivos quisieran demostrarle a los muertos su gran tristeza. Esto explicaría el recurso de las plañideras profesionales para colaborar con la familia en sus llantos.[16]


[1] Alfonso Ropero, ed., Gran diccionario enciclopédico de la Biblia (Barcelona: CLIE, 2013), 670.

[2] Jamieson, Fausset y Brown, Comentario exegético y explicativo de la Biblia: Tomo I el Antiguo Testamento (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 2006), 35.

[3] C. F. Pfeiffer, Comentario bíblico Moody: Antiguo Testamento (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 2003), 38.

[4] Jamieson, Fausset y Brown, Comentario exegético, 35.

[5] Ropero, ed., Gran diccionario enciclopédico, 764.

[6] Radmacher, Allen y H. Wayne House, Nuevo comentario ilustrado de la Biblia (Nashville: Nelson, 2011), 84.

[7] Jamieson, Fausset y Brown, Comentario exegético, 63.

[8] Ropero, ed., Gran diccionario enciclopédico, 670.

[9] Jamieson, Fausset y Brown, Comentario exegético, 63.

[10] Ropero, ed., Gran diccionario enciclopédico, 764.

[11] Ibíd., 670.

[12] Radmacher, Allen y H. Wayne House, Nuevo comentario ilustrado, 267.

[13] Jamieson, Fausset y Brown, Comentario exegético, 204.

[14] Ropero, ed., Gran diccionario enciclopédico, 671.

[15] Ibíd., 1984.

[16] Ibíd., 671.

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