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Muchas tradiciones eclesiásticas conmemoran cada 31 de octubre un evento histórico que marca el retorno a la lectura de las Sagradas Escrituras y a los principios esenciales del Evangelio de Jesucristo a inicios del siglo XVI: me refiero aquí a la Reforma Protestante.
Dicho movimiento se originó por las diatribas y propuestas que hicieron algunos religiosos, pensadores y nobles de la época a los usos y costumbres de la Iglesia como a las realidades socioculturales y políticas de fines de la Edad Media. Y, según la gran mayoría de historiadores, tuvo su punto de partida con las 95 tesis clavadas por Martín Lutero en la puerta de la Iglesia de Wittemberg en Alemania.
Con tales premisas, el exmonje agustino se dedicó a atacar tenazmente las enseñanzas de las indulgencias y a esbozar su doctrina sobre la salvación y la justificación por la fe.
Y de tal manera, la labor intelectual y espiritual del profesor de Wittemberg lo han hecho posicionarse, como diría Karl Jasper, en uno de esos “hombres decisivos de la historia de la humanidad”.
Con el pasar del tiempo la Reforma Protestante trajo consigo una brisa fresca de libertad de conciencia y acceso directo a la Palabra de Dios. Lo que se vio reflejado en el desarrollo de una visión bíblica: del trabajo, de las ciencias, de la educación, de la supremacía de la ley, del servicio público y la división de poderes, de los bienes materiales e inclusive del arte.
Pues todo eso decantó en una auténtica revolución cultural, social y espiritual que puso fin al paradigma medieval y dio inicio tanto a la Edad Moderna como a los antecedentes de la Ilustración escocesa.
Y así, la traducción de la Biblia por parte de Martín Lutero al idioma alemán provocó que la gente común y corriente aprendiera a leer y escribir, además de disfrutar la lectura de las Sagradas Escrituras en su propio idioma.
Por tanto, no podemos olvidarnos que la herencia de la Reforma Protestante, con sus luces y sus sombras, constituyen la base histórica del surgimiento de las confesiones de fe Evangélicas hasta el día de hoy. Por ello, quisiera motivarle estimado lector a que este 31 de octubre se tome el tiempo para estudiar y reflexionar sobre el legado de dicho movimiento para la misión de la Iglesia en la actualidad.
[1] Actualización del blog publicado el 28 de octubre del 2020.
La espiritualidad cristiana, definitivamente, tiene que ver con la totalidad de la vida, es decir, se lleva a cabo y se ejercita en lo individual y en lo comunitario, en la soledad y en lo social. También es cierto que esta tiene un fin: acercarnos más a Dios y a nuestro prójimo. ¿Cuáles son aquellas prácticas que nos ayudan a ser mejores discípulos del Señor? ¿Qué es, realmente, la “espiritualidad cristiana”? ¿Hemos olvidado ejercicios espirituales valiosos? Te invitamos a unirte a esta nueva conversación.
La espiritualidad cristiana, definitivamente, tiene que ver con la totalidad de la vida, es decir, se lleva a cabo y se ejercita en lo individual y en lo comunitario, en la soledad y en lo social. También es cierto que esta tiene un fin: acercarnos más a Dios y a nuestro prójimo. ¿Cuáles son aquellas prácticas que nos ayudan a ser mejores discípulos del Señor? ¿Qué es, realmente, la “espiritualidad cristiana”? ¿Hemos olvidado ejercicios espirituales valiosos? Te invitamos a unirte a esta nueva conversación.
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