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Manoa, padre de Sansón

Manoa, padre de Sansón: ejemplo de paternidad intencional

Cuando pensamos en la historia de Sansón, ¿qué es lo primero que viene a nuestra mente? La imagen del hombre más fuerte en Biblia, ¿verdad? Sin embargo, hay que recordar que el relato de este liberador (Jue 13:5) está lleno de detalles interesantes y personajes importantes (por ejemplo, sus padres o el anuncio del ángel del Señor).

Como padre, esta historia me ha cautivado últimamente por la actitud del primer personaje mencionado, Manoa. Creo que el relato del anuncio y nacimiento de Sansón nos puede ayudar a reflexionar sobre la actitud que debemos de tener al iniciar la carrera de la paternidad. En otras palabras, dicho relato, al analizarlo, nos puede proporcionar la respuesta a la siguiente interrogante: ¿qué significa ser padre? 

Así comienza la historia

En Jue 13:2 empieza la narración de esta intrigante historia: «Y había un hombre de Zora, de la tribu de Dan, el cual se llamaba Manoa; y su mujer era estéril, y nunca había tenido hijos» (RV60). La esterilidad en ese tiempo no solo se limitaba a la incapacidad de alguien para reproducirse. Esta también representaba deshonra o castigo divino. Con esto en mente, podemos imaginar el sufrimiento de la familia. Pero gracias a la mención de dicho detalle es que la actitud de Manoa brilla o destaca en el relato bíblico.

Ante esta situación, ¿cómo hubiéramos reaccionado al mensaje del ángel del Señor?: «… vas a concebir y tendrás un hijo» (Jue 13:3 NVI). Probablemente la emoción y la felicidad hubieran sido tan grandes que cualquier duda o interrogante acerca de nuestro hijo hubiera sobrado. Pero es en este punto de la narración donde se halla un detalle que marca la diferencia entre un padre intencional y uno que no lo es.

Respuesta de Manoa: paternidad intencional

El texto de Jue 13 continúa diciendo:

A esta mujer [la esposa de Manoa] apareció el ángel de Jehová, y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda. Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos. Y la mujer vino y se lo contó a su marido, diciendo: Un varón de Dios vino a mí, cuyo aspecto era como el aspecto de un ángel de Dios, temible en gran manera; y no le pregunté de dónde ni quién era, ni tampoco él me dijo su nombre. […] Entonces oró Manoa a Jehová, y dijo: Ah, Señor mío, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste, vuelva ahora a venir a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer. Y Dios oyó la voz de Manoa; y el ángel de Dios volvió otra vez a la mujer, estando ella en el campo; mas su marido Manoa no estaba con ella. Y la mujer corrió prontamente a avisarle a su marido, diciéndole: Mira que se me ha aparecido aquel varón que vino a mí el otro día. Y se levantó Manoa, y siguió a su mujer; y vino al varón y le dijo: ¿Eres tú aquel varón que habló a la mujer? Y él dijo: Yo soy. Entonces Manoa dijo: Cuando tus palabras se cumplan, ¿cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él? [cf. la versión RVC en esta última pregunta en cursiva: «… ¿cómo debemos educar al niño, y qué tenemos que hacer con él?»] (Jue 13:3-6, 8-12 RV60).

Es asombroso cómo Manoa tiene la claridad para averiguar lo que Dios tiene planificado para Sansón, su hijo. Las preguntas que le hace al ángel sobre la manera de vivir o la educación del niño manifiestan algo importante y fundamental: estas revelan lo que el Señor desea para toda su herencia, tratan sobre lo que Dios espera de todo padre y madre. Así, podemos pensar en tres grandes compromisos que necesitamos adquirir al criar a nuestros hijos.

El primer compromiso tiene que ver con la consagración (en acción u obra), primero de nosotros y después la de nuestros hijos. Somos nosotros, como padres, los que tenemos la responsabilidad de modelar y evidenciar una relación personal con Dios, y así enseñarles a nuestros hijos cómo vivir una vida en el temor del Señor, es decir, ayudarles a entablar una relación personal con el Creador. El segundo compromiso se refiere a la educación y enseñanza de los principios bíblicos. Tenemos el mandato de enseñarle a nuestros hijos a vivir según las normas divinas, y de esta manera que cumplan los propósitos del Señor en la Tierra. Como último compromiso, todo padre debe encaminar a sus hijos, con la ayuda y guía de Dios, en la dirección correcta.

Conclusión

El ser padre, según se ha analizado, va mucho más allá del solo hecho de procrear. La verdadera paternidad es intencional y comprometida. Es decir, los padres intencionales son los que reflejan la actitud de Manoa: tratan de descubrir cuál es la tarea asignada por Dios y se esfuerzan por cumplirla al pie de la letra. 

Mi oración y deseo es que todos nosotros, los llamados a la aventura de la paternidad, hagamos un alto y le preguntemos al verdadero Padre sobre nuestra responsabilidad y deber en la crianza de nuestros hijos.  

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