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Hace un tiempo tomé el compromiso de leer la Palabra de Dios diariamente con el objetivo de comprender qué es lo que se menciona en los servicios del domingo. Al poco tiempo llegué a tener el hábito de la lectura y comencé a ser más consciente de lo que leía. Entonces me encontré con pasajes bíblicos que parecen enseñar lo contrario a lo que conocía. Por ejemplo, me impactó leer la frase: “pecado que no lleva a la muerte”, en la primera carta de Juan dirigida a una de las congregaciones en Asia menor. Yo estoy convencido que todo pecado lleva a la muerte porque es contrario a la voluntad de Dios, sin importar si es un pecado que provoque escandalo o uno inofensivo en apariencia. Entonces, ¿qué quiere decir el apóstol Juan al mencionar a la congregación que puede existir un pecado que no lleva a la muerte?
Si alguno de ustedes ve que otro creyente comete un pecado que no lleva a la muerte, debe orar por él, y Dios le dará vida a esa persona. Pero hay un pecado que lleva a la muerte, y no digo que se ore por quienes lo cometen. Todas las malas acciones son pecado, pero no todos los pecados llevan a la muerte. (1 Juan 5:16-17, NTV).
Comunión con el pecado
La razón de la carta que escribió el apóstol fue porque los creyentes ya no estaban seguros de la verdad que les había sido enseñada. Todo lo que habían visto y oído desde el principio fue puesto en duda por algunos líderes dentro de la congregación, pues sugerían que la nueva fe y doctrina que vivían era compatibles con las tendencias e ideologías de la cultura en la que vivían. Además de esto se levantaron falsos profetas dentro de la congregación que no aceptaban que Jesús fuera Hijo de Dios venido en carne (1 Jn 4:3). Esto dio como resultado que algunos miembros dieran rienda suelta a sus malos deseos, pues, mientras decían que conocían a Dios no obedecían sus mandamientos. Por lo tanto, Juan les hizo la llamada de atención:
Podemos estar seguros de que conocemos a Dios si obedecemos sus mandamientos. Si alguien afirma: “Yo conozco a Dios”, pero no obedece los mandamientos de Dios, es un mentiroso y no vive en la verdad; pero los que obedecen la palabra de Dios demuestran verdaderamente cuánto lo aman. Así es como sabemos que vivimos en él. 1 Juan 2:3-5
¿Cuántas veces nos hemos visto en esta situación? Decimos que conocemos a Dios y comenzamos a practicar y enseñar cosas que Dios nunca nos mandó a hacer. Pensamos en actualizar y adaptar el evangelio a la cultura en lugar de actualizar y adaptar la forma de llevar el evangelio a ésta.
Comunión entre hermanos
Así como debemos evitar tener comunión con el pecado debemos procurar la correcta comunión con nuestros hermanos, espirituales o carnales. Aun, ya nacidos de nuevo, tendremos diferencias y desacuerdos porque estamos sujetos a un cuerpo de carne y hueso. Mientras más permanezcamos en comunión con Dios así será la luz que reflejaremos en nuestras relaciones personales y, por el contrario, mientras menos comunión tengamos con el Padre más propensos seremos a actuar según los deseos de nuestra carne pecaminosa. Por eso, en relación a la comunión Juan dice:
El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. 1 Juan 2:9-11.
Una perspectiva sana
El “pecado que no lleva a la muerte”, incluso cuando tenga mucha controversia y debate, en algo podemos estar seguros los cristianos: Todo el que permanece en pecado tiene como destino la muerte. Sin embargo, Cristo vino a este mundo a morir por nosotros y vencer a la muerte. La salvación que nos fue regalada por medio de Cristo mantiene alejado al maligno y con ella nos fue dada una única instrucción que es la de llevar todo pecado a la cruz, arrepentirnos del mal que hacemos y el bien que dejamos de hacer para estar limpios.
Así que todo pecado que no lleva a la muerte, en realidad es un llamado de atención a nosotros como seguidores de Cristo. Pues todo pecado nos llevará a la muerte espiritual y si vemos a un hermano o hermana cometer un pecado que no lleva a la muerte, como dice Juan, oremos por él o ella y Dios le dará vida. Esa debe ser nuestra perspectiva de ahora en adelante para crecer en la fe y escudriñar la verdad que nos fue relevada.
La espiritualidad cristiana, definitivamente, tiene que ver con la totalidad de la vida, es decir, se lleva a cabo y se ejercita en lo individual y en lo comunitario, en la soledad y en lo social. También es cierto que esta tiene un fin: acercarnos más a Dios y a nuestro prójimo. ¿Cuáles son aquellas prácticas que nos ayudan a ser mejores discípulos del Señor? ¿Qué es, realmente, la “espiritualidad cristiana”? ¿Hemos olvidado ejercicios espirituales valiosos? Te invitamos a unirte a esta nueva conversación.
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