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Ideología de género y una oportunidad para amar más como Jesús

La ideología de género podría ser abrumadora para muchos debido a la cantidad de información que se encuentra en todo tipo de medios. No obstante, y más allá del hecho de solo conocer o informarse mejor, hay mucho valor en que los seguidores de Cristo entiendan conceptos básicos que les permitan entender el mundo interior de una persona que apoya esta postura o que lo vive diariamente.

En un solo artículo no se obtienen todas las posturas, historia y los matices que han influido en este sistema de ideas y valores que hoy conocemos como ideología de género. Este artículo tiene dos objetivos principales, primero: exponer los aspectos primarios sobre el tema. Y, el segundo: una reflexión que permita al lector encontrar una postura sobre cómo vivir el evangelio en este contexto.

Un poco de historia

Conocer el significado de las palabras es muy valioso para formar una opinión más asertiva. Por ello, vamos a definir algunos términos importantes relacionados con el tema en la actualidad según la Real Academia Española.

Ideología

  1. Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.
  2. Fil. Doctrina que, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, tuvo por objeto el estudio de las ideas.

Género

  1. Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes.
  2. Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico.

Sexo

  1. Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas.
  2. Conjunto de seres pertenecientes a un mismo sexo. Sexo masculino, femenino.
  3. Órganos sexuales.

El término género, por ejemplo, ha evolucionado. Originalmente se utilizaba de forma gramatical para diferenciar palabras masculinas, femeninas o neutras.[1] La Real Academia Española lo define así:

  1. Gram. Categoría gramatical inherente en sustantivos y pronombres, codificada a través de la concordancia en otras clases de palabras y que en pronombres y sustantivos animados puede expresar sexo. El género de los nombres.[2]

Martha Miranda-Novoa, Doctora en Derecho, profesora de la facultad de Derecho en Strathmore University, escribe lo siguiente:

A partir de la segunda mitad del siglo XX empieza a considerarse, cada vez con más fuerza, que los rasgos propios de la feminidad y la masculinidad obedecen a la asignación de roles o funciones a cada uno de los sexos por parte de la sociedad. De esta manera, la expresión género, que en un principio tenía un uso meramente gramatical, pasó a convertirse en una categoría utilizada por las ciencias sociales para el estudio de las diferencias entre varón y mujer.[3]

En la exigencia por conseguir igualdad absoluta entre el varón y la mujer, las propuestas buscaban una solución radical a la subordinación de las mujeres. Hasta llegar al extremo de intentar eliminar aspectos que diferenciaran a ambos; influyendo en lo que hoy conocemos como ideología de género. Esta, hoy, promueve que la naturaleza del ser humano es neutra y no está determinada por su sexo biológico. Al ser neutra se concluye que ambos son de igual “valor” ante la sociedad, ya que no hay diferencias correspondientes a un varón o una mujer. En otras palabras, se promueve que no se nace hombre o mujer, teniendo una naturaleza “neutra” que luego se va desarrollado como resultado de una construcción cultural.

Como cristianos, encontramos en las Escrituras que Dios nos ha creado hombre o mujer (Génesis 1:27-28); esta es la verdad revelada en su Palabra. Ser hombre o mujer tiene implicaciones en nuestro rol en la sociedad, pero esto no añade ni disminuye valor a ninguno. Al ser creados a imagen y semejanza de Dios, nuestro valor está implícito y no depende del sexo biológico con el que nacemos. Nuestros roles y capacidades son complementarios.

La ruptura entre los términos sexo y género mencionada anteriormente, constituye una de las principales características de lo que conocemos como ideología de género. Esta ruptura propone que existen diversas formas de género que dependen de la orientación sexual. Por lo tanto, ofrecen una serie de géneros que cambian dependiendo de los deseos y orientación sexual de la persona, por ejemplo: homosexual, bisexual, transexual, entre otros.

Los diversos géneros que conocemos hoy en día tienen un vínculo significativo con el desarrollo de la identidad. Reconocemos como creyentes que nacemos con un sexo biológico (masculino o femenino) que fue dado por Dios y que tiene un propósito porque su voluntad es perfecta. No obstante, esto no descarta que en las diferentes etapas del desarrollo en las que transita una persona pueda surgir confusión entre su sexo biológico y lo que la influencia de su entorno haya formado en su manera de percibirse así mismo.

Algunas teorías cognitivas sugieren que el desarrollo de la identidad está vinculada al desarrollo cognitivo, integrando a medida que el individuo crece la comprensión interna de ser masculino o femenino; el cual se ve influido por factores biológicos, sociales y culturales. Aprender por observación y la imitación de modelos es una de las maneras en que poco a poco se va formando la identidad desde la niñez.

Sabiendo esto, es importante reconocer que una persona que lucha con esta confusión como resultado de varios factores que no siempre conocemos, sí puede ser acompañada, guiada y comprendida para ser transformada por medio del Espíritu Santo, sobre, lo que ha creído sobre sí misma y que pueda encontrar sanidad, su identidad y valor en Cristo.

Romanos 12:2 dice: “Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto”.

¿Cómo amamos más como Jesús sin comprometer la verdad en estos delicados asuntos?

Es importante recordar el hecho de que, ante los ojos de Dios, todos estamos necesitados de su gracia. Independientemente de la etapa en nuestro caminar con Cristo, todos necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo para ser transformados a la imagen de Jesús una y otra vez.

Todos hemos gozado del regalo preciado e inmerecido de recibir perdón por nuestros pecados. Con esto en mente, debemos acercarnos a otros con una postura de amor y humildad que reconoce que ninguno es mejor que otro solo porque su pecado se vive y experimenta diferente. Sin amor y humildad difícilmente podremos sentarnos a escuchar con atención la historia detrás de la identidad que hoy en día se ha convertido en el “salvavidas” de un corazón lastimado.

No se trata de minimizar el pecado, ya que todo aquello que nos aleja de Dios debe ser expuesto. Sin embargo, es igualmente importante comprender los factores que influyen en la confusión de una persona. En lugar de adoptar una postura de juicio, debemos recordar que es primordial mostrarle a la persona a Jesucristo y reflejar su carácter en nuestras acciones.

La confusión de una persona puede ser una oportunidad para acompañarla, escuchar y entender; confrontar con amor y confiar en que el evangelio transforma vidas. Una postura de superioridad moral no produce cambio. Sin amor, nada somos. A menudo, no veremos el fruto de lo sembrado, y eso está bien. Seamos servidores, sembrando y regando, confiando en que Dios, en su tiempo justo, siempre dará el crecimiento (1 Corintios 3:5-15).


[1]  En algunas lenguas indoeuropeas, género que no es ni masculino ni femenino. El sustantivo Kind ‘niño’ es neutro en alemán. Real Academia Española, en https://dle.rae.es/g%C3%A9nero?m=form

[2] Real Academia Española, en https://dle.rae.es/g%C3%A9nero?m=form

[3] Martha Miranda-Novoa, Diferencia entre la perspectiva de género y la ideología de género (Universidad de La Sabana, 2012), 343.

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