A-Dios definitivo
El viernes santo no es solamente el padecimiento del Cristo, sino el padecimiento de este mundo en el crucificado que carga sobre sí la fuerza de las palabras mundanas.
El viernes santo no es solamente el padecimiento del Cristo, sino el padecimiento de este mundo en el crucificado que carga sobre sí la fuerza de las palabras mundanas.
Jesús no podía salvarse a sí mismo, no por algún impedimento físico, sino por un imperativo mayor: el amor.
Fuimos llamados a enseñar a otros a estar parados al pie de la cruz y contemplar con gratitud el sacrificio del Señor desde nuestros campos de enseñanza.
Para muchos filósofos y escépticos aquí está el problema: ¿encarnarse para morir? ¡Qué contradicción! ¡Mísera esperanza! Sin embargo, el Dios encarnado, Jesús, no solo entra en contacto con la humanidad sufriente de forma especial, sino que al mismo tiempo sufre, experimenta en su ser la realidad del dolor, creando (noten, otra vez, el acto creativo y libre) una comunión e identificación sin comparación.