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Desafiando las dudas: Hablando claro sobre la fe en un mundo secular

Agustín de Hipona, el gran pensador y teólogo de la iglesia, una vez dijo: “Narrar la historia para despertar el amor”. Con esta afirmación San Agustín nos invita a compartir nuestras experiencias y conocimientos no solo para informar, sino para inspirar y mover corazones. En un mundo cada vez más secular, donde la fe enfrenta numerosos desafíos y dudas, es esencial que los creyentes articulen su fe de manera clara y convincente. Hoy, muchos cristianos cautivados por el sentido profundo de la fe buscan respuestas y seguridad en su camino espiritual, y la apologética cristiana, puede ayudar en el proceso.

Mi recorrido

Durante mi niñez y juventud estuve muy cerca de la iglesia cristiana, y digo muy cerca porque era un ambiente natural y seguro. Existían, desde mi perspectiva, muy pocas cosas que desafiaban mi fe, ni las caricaturas, ni los compañeros del colegio (colegio cristiano) representaban un problema. Pero, claro está, conforme uno crece y se abre a las posibilidades del mundo, entonces, la cosa cambia.

Desde mis primeros años como estudiante de teología me encontré inmerso en una búsqueda constante de respuestas a las preguntas más fundamentales sobre Dios y la existencia. La profundidad de la teología me cautivó, llevándome a perseguir la historia del pensamiento, donde pude contextualizar la evolución del pensamiento cristiano a través de los siglos. Actualmente, como estudiante de doctorado en teología y docente de la misma disciplina, mi objetivo no solo es tratar de comprender, sino también enseñar y defender la fe en un mundo que, en muchas ocasiones, parece haber perdido su rumbo espiritual.

Pero ¿de dónde nace esta urgencia y necesidad de profundizar en el ámbito de la teología, la filosofía, la historia y la apologética?

El contexto secular

Hace poco, caminando en los pasillos de la universidad, escuche palabras, no sé con certeza cuales fueron, pero algo en mi me hizo retroceder y buscar la voz de aquello que sonaba como una discusión, calmada y gentil, entre un estudiante y un profesor universitario. El dialogo era sobre la incompatibilidad, según decía el docente, entre la fe y la razón y que ello le llevó a ser agnóstico. El estudiante, con el deseo correcto, pero sin la capacidad de refutar, articulaba palabras y frases inconexas, parecía que en ese momento sus ideas eran una cacofonía. Pues bien, de forma muy amable interrumpí la conversación y di un aporte desde la filosofía y la historia hacia el dilema que ambos sostenían, lo que dio un respiro al joven estudiante.

Un joven por naturaleza se cuestiona, sobre todo, sobre uno mismo, sobre los demás, sobre las figuras de autoridad, sobre el significado de la vida, sobre Darwin y la ciencia, incluso sobre Dios. Sumemos a esto la globalización y el mundo del internet, la cultura de instantaneidad, la automatización y la autonomía, la ubicuidad, la sobre carga de información.

Unos de los grandes desafíos ya mencionados son las figuras de autoridad que, seducidas por el peso de la gloria, demuestran ser como los dioses en la Iliada de Homero, es decir, vanos y falsos. La juventud esta buscando creer, pero ve incompatible ya no solo la fe y la razón, sino, la fe y la verdad. Vivimos en una era donde el secularismo domina el paisaje cultural, académico y moral. Las dudas sobre la fe no solo provienen de un cuestionamiento honesto, sino de una cultura que a menudo ve la religión como irrelevante o incluso perjudicial. Sin embargo, es precisamente en este contexto donde la teología puede ofrecer respuestas profundas y significativas.

Como dijo Étienne Gilson: “La filosofía cristiana es un hecho histórico y un acto de fe”.[1] La filosofía y la teología cristiana no son meramente doctrinas abstractas, sino realidades vivas que han moldeado la historia y continúan ofreciendo un marco de sentido en tiempos de incertidumbre. 

Narrando la fe

Olegario González de Cardedal nos recuerda que: “la teología es el esfuerzo por comprender y expresar la experiencia de Dios”.[2] A través de mi experiencia académica y docente, he visto cómo la comprensión profunda de la fe puede transformar vidas. Puedo decir que este recorrido personal desde la licenciatura hasta el doctorado es un testimonio de esta transformación, con sus altibajos, claro está.

En la enseñanza he encontrado que narrar historias personales y experiencias de fe despierta un interés genuino y una conexión emocional con los estudiantes. Esta narrativa no solo informa, sino también inspira, siguiendo el consejo de San Agustín. Si la teología es comprender y expresar la revelación de Dios, la apologética vendría a ser esa capacidad de hacer que esta comprensión y expresión de Dios sea plausible para el mundo que nos rodea, ya que, muy de cerca de lo que sugiere C. S. Lewis “nuestro negocio es presentar lo que es atemporal en el lenguaje particular de nuestra época”.[3]

La apologética no es un ring o un cuadrilátero donde intercambiamos golpes logísticos, más bien, es escuchar la voz del que duda, tomar sus presuposiciones y presentar la fe de una forma que sea entendible, resolviendo dudas, aclarando términos, al tiempo que hacemos uso de todas las herramientas disponibles para apoyarnos en ellas.

Jurgüen Moltmann ya nos advirtió que debemos ser claros en nuestro dialogo con el mundo sobre el tema de Dios, esto debe ser en nuestros términos, para que el mundo entienda y diferencie que hablamos del Dios de la Biblia y no del Baal de las naciones seculares. Esto es importante.

En guardia

A riesgo de sonar repetitivo, creo que debemos entender la posición e ideas de este mundo contrariado en el que vivimos. Me asombra el tipo de compromiso de Paul Tillich:

En mi pensamiento teológico propongo toda la historia del pensamiento cristiano hasta la actualidad y tomo en cuenta la actitud de aquellas personas que dudan, se separan o se oponen a todo lo eclesiástico y lo religioso, incluyendo el cristianismo. Y debo hablar con ellas. Mi tarea está con aquellos que hacen preguntas y por eso estoy aquí.[4]

Este es mi compromiso, esta es la misión que Dios ha encomendado a mi vida, la puedo sobrellevar por su gracia. Apologética se hace desde el corazón de Dios hacia aquellos que son temerosos, pecadores, escépticos y solitarios.

Sembrad para vosotros según la justicia,
segad conforme a la misericordia;
romped el barbecho,
porque es tiempo de buscar al Señor
hasta que venga a enseñaros justicia.

Hacer apologética es seguir la recomendación del profeta Oseas 10:12, debemos romper el barbecho (romper el cascajo de una tierra seca) en el corazón y mentes seculares para que la semilla del evangelio se siembre y para que esta nueva vida de fruto. Es tiempo de buscar al Señor. Defendamos la fe, pero, sobre todo, mostremos nuestra fe a un mundo que la ha perdido.


[1] Étienne Gilson, La filosofía en la Edad Media, (Gredos), 14.

[2] Olegario González de Cardedal, Teología e historia (Cristiandad), 173.

[3] C. S. Lewis, Mero Cristianismo, (Harper Collins), 59.

[4] Paul Tillich, Ultimate Concern, 191.

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