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Entre la equidad hombre-mujer, parte 2

Mucha de la herencia cristiana viene del ministerio de las mujeres. Pasajes como Filipenses 3:4 “Y a ti, mi fiel compañero, té pido que ayudes a estas mujeres que han luchado a mi lado en la obra del evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida” (BLA), muestran que las mujeres fueron clave en la propagación temprana de la fe en la iglesia de Filipos. Por eso, es importante que la iglesia sea responsable dentro de su gobernanza, la apertura y promoción para la participación equitativa de mujeres y hombres.

La revolución

Gálatas 6:28 “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús”, va en contra de la oración judía[1] donde: “cada varón judío era enseñado a darle gracias a Dios diariamente porque no lo había hecho gentil, ni esclavo ni mujer”.[2] Esta tradición probablemente estaba en la mente de Pablo y con este versículo rompe los valores de opresión por: sexo, clase y posición, ahora revalorizada a la luz del Reino de Dios planteado por Jesús.[3] Esto muestra que todas las castas y divisiones sociales son borradas por Cristo y que “la guerra de los sexos ha terminado”.[4] Por tal razón hablar de equidad de género en la iglesia es parte de los valores de Reino (Mateo 22:30).

La confusión

Existen dos versículos en el Nuevo Testamento que pueden confundir a la iglesia, 1 Corintios 14:34-35 y 1 Timoteo 2:9-15. Al leerlos sin analizar el contexto, pueden plantearse como base teológica para que las mujeres no puedan enseñar en la iglesia, estar siempre sumisas a los maridos y destinadas solo a los roles reproductivos y de cuidado.  Maxwell L.E y R.C. Dearing desarrollan un análisis exegético basado en el idioma griego de estos dos versículos, buscan mostrar que Pablo no estaba recomendado a las nuevas iglesias a que fueran machistas (concepto usado anacrónicamente), más bien eran recomendaciones por el contexto de la situación y la época.

En Corinto la iglesia era desordenada, constituida por gentiles y con muchas mujeres sin educación (algo normal en la época). Pablo hace un llamado a que se mantenga el orden durante los servicios, que las mujeres no estén preguntando –cuchicheando con el marido– ese rato, por eso les exhorta a que si quedaron con dudas que lo pregunte en casa. En el contexto del pasaje en todo el capítulo 14, Pablo exhorta al orden en la iglesia, en cuanto al don de lenguas y profecía. Él buscaba con esta recomendación orden, no profecía, por un lado, cuchicheos por otro y hablar en lenguas por un tercer grupo.[5] Él no buscaba discriminación hacia las mujeres, como tampoco a la profecía o al don de lenguas, más bien daba recomendaciones para la buena organización de las reuniones “porque Dios no es un Dios de desorden, sino de paz” 1 Corintios 14:33.

En la actualidad, 1 Timoteo 2:9-15, donde el apóstol Pablo manda a callar a las mujeres y a que cumplan un rol netamente reproductivo, a la luz de la legislación ecuatoriana,[6] por ejemplo, sería violencia contra la mujer, tanto psicológica como simbólica.[7] Lastimosamente muchas congregaciones promueven esto como parte de su gobernanza y normativa y las mujeres que entran en sus círculos eclesiales son oprimidas y violentadas.

En principio, esta postura teológica es violeta contra las mujeres, como fruto del mal entendimiento exegético del versículo. Con relación a los versículos 9 y 10, Maxwell y Dearing mencionan lo siguiente: “esta porción de la escritura en realidad contiene una exhortación a la participación ordenada y decorosa de las mujeres en la oración pública”, más que una provisión a una u otra forma de vestir.

A partir del versículo 11 y 12, el texto bíblico se vuelve más complicado, ya que dice: “La mujer debe aprender con serenidad con toda sumisión. No permito que la mujer enseñe al hombre y ejerza autoridad sobre él; debe mantenerse ecuánime”. En la cultura griega de la época de la iglesia primitiva, las mujeres en público no eran escuchadas, más bien eran observadas.  La iglesia de Corinto en la época, se describe como tumultuosa y bulliciosa, por eso la recomendación hacia las mujeres era que hiciesen silencio para que pudiesen escuchar, pero ninguno de los puntos es concluyente sobre el tema.

En palabras de Da Silva “la condición de silenciamiento y sumisión de las mujeres en 1 Timoteo demuestra como la interpretación de textos no emancipadores pueden generar violencia institucional.”[8] Además, cuando estos textos son calificados como sagrados, sus efectos continúan siendo posibles pues pueden reforzar las posiciones de violencia contra las mujeres en ambientes como los eclesiales.

Para la época en la que la Pablo escribió la carta, las mujeres todavía tenían un papel preponderante en las comunidades cristianas, como se registra en el libro de los Hechos. Pero estos versículos hicieron detrimento en la historia eclesial y lastimosamente contribuyeron a bridar herramientas a posiciones machistas. En palabras de Camacho:

Esta solución, a mi manera de ver, fue la que más eco tuvo y, aunque podría citar Padres de la Iglesia que repetían las palabras de esta perícopa, la mayor muestra de que la solución de las pastorales fue efectiva es que hoy, después de dos milenios, las mujeres seguimos sin retornar a puestos de liderazgo en la comunidad. Y esto no es porque las mujeres deseen específicamente alguna clase de promoción social, mucho menos por tener “vocaciones inmaduras”, sino porque como hijas de Dios estamos en la capacidad y en la obligación de poner nuestras vocaciones y habilidades al servicio del Reino de Dios.[9]

Conclusión

Un análisis profundo en Colombia, por ejemplo, menciona que en el hogar evangélico de ese país puede haber relaciones de género más igualitarias. Incluso muestra de manera empírica que el machismo de manera empírica disminuye. Pero no pasa lo mismo al interior de la iglesia. Ya que “a través del evangelismo moviliza colectivamente a las mujeres más allá de la esfera doméstica, pero que preserva la separación de roles genéricos en la vida religiosa de la comunidad”.[10] Es decir, las mujeres desempeñan actividades “muy femeninas”: tienen células o reuniones de la congregación en sus hogares. Apoyan el mantenimiento de la iglesia, son diaconizas o ujieres, colaboran en los servicios, enseñan a los niños y niñas en academia bíblica. Reúnen fondos y comida para ayuda social; pero “no pueden ser pastores ni tener puestos de representación dentro de sus iglesias”, es decir las normas sociales de género implantadas desde la iglesia hacen que los roles femeninos persistan en sus formas tradicionales de gobierno y operatividad de la iglesia.

Se tiene que seguir trabajando para lograr la equidad de género en la gobernanza y operación de las congregaciones, disminuyendo toda forma de violencia hacia las mujeres, niñas, adolescentes y ancianas.


[1] Maxwell L.E y R.C. Dearing, La Mujer en el servicio cristiana (Grand Rapid: Casa Bautista de Publicaciones, 1990).

[2] Alabado seas, Hashem nuestro Dios, Rey del universo, que me hiciste una persona y no una bestia, un hombre y no una mujer, un israelita y no un gentil, uno que circuncida [a otros] y [no es] incircunciso [él mismo], libre y no es esclavo. Tomado de: tps://www.judiosyjudaismo.com/2020/02/bendito-seas-dios-que-no-me-hiciste-mujer-una-respuesta-a-la-bendicion-mas-controversial-del-judaismo/.

[3] Es interesante que en 1 Corintios 12:13, Pablo cita esta misma idea, pero no menciona la parte del hombre ni mujer. Es probable que “esta mutilación es debida a la enorme resistencia que encontraban entre los recién convertidos la enseñanza paulina respecto a las mujeres”, además “este cambio muestra lo problemático que resultaría para la comunidad anular las diferencias entre hombres y mujeres. Camacho, R. A. “Timóteo 2, 9-15: Esperança para a mudança na situação das mulheres na igreja”, Ribla 77,1 (2018).

[4] Maxwell y Dearing, La Mujer en el servicio cristiana.

[5] Ibíd.

[6] Ley orgánica integral para prevenir y erradicar la violencia contra las Mujeres del Ecuador. Registro Oficial Suplemento 175 de 05-feb.-2018.

[7] Violencia simbólica: Es toda conducta que, a través de la producción o reproducción de mensajes, valores, símbolos, iconos, signos e imposiciones de género, sociales, económicas, políticas, culturales y de creencias religiosas, transmiten, reproducen y consolidan relaciones de dominación, exclusión, desigualdad y discriminación, naturalizando la subordinación de las mujeres.

[8] J. Da Silva Gamito-Iteofic, “A.Violência e gênero no texto bíblico: o silenciamento das mulheres na primeira epístola a Timóteo 2, 9-15”, UNITAS 6.1 (2018): 1-13.

[9] de Camacho, “Timóteo 2, 9-15”: 99.

[10] Elizabeth E. Brusco, “The Reformation of Machismo”, Frontera Norte 8(15) (2017): 205–210.

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