El cambio de enfoque sobre la familia en el Nuevo Testamento
Un cambio significativo es que en el Nuevo Testamento el énfasis no está en la «familia cultural», sino en la «familia de la fe». «Así que ahora ustedes, los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios» (Ef 2:19 NTV. Énfasis agregado). A la familia de Dios, la iglesia, es a la que todos somos invitados, aceptando el Evangelio de Jesús. Una oferta de gracia para todos, sin favoritismos: «Pues Dios no muestra favoritismo» (Ro 2:11 NTV cp. con Gá 2:6 y Ef 6:9). Dios no hace acepción de personas. Todas las familias de la tierra son invitadas y admitidas en la familia de Dios.
Por eso, más allá de sostener el diseño original de Gn 2:24,[1] el Nuevo Testamento no aporta mucho sobre las formas de la «familia cultural». ¿Quién debe salir a trabajar y quién quedarse en casa? ¿Cuántos hijos tener? ¿Dónde vivir? ¿Cuál dieta es la correcta? ¿Los hijos deben educarse en un colegio secular o cristiano? El evangelio y la iglesia son transculturales. Por eso, redimen, moldean y acogen todas las culturas. En suma, no hay un tipo de «familia cultural» que sea la preferencia del Nuevo Testamento.
Lo que sí constituye el grueso de las cartas, tanto paulinas y generales, es el enfoque en cómo debe ser la vida de quienes ya son parte de la familia de fe. ¿Por qué? Porque las orientaciones pastorales de las cartas constituyen las conductas que deben exhibir los creyentes, en cualquier ámbito donde participan, conviven y se desenvuelven.
[1] Ver la enseñanza de Jesús y la de Pablo. Jesús dice en Mt 19:5: ««… el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo» (NTV). Pablo menciona en Ef 5:31: «Como dicen las Escrituras: “El hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo”» (NTV).
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