Cómo se forma un «chico de la tercera cultura»
Existen tres elementos: el transcultural, la existencia de diferencias marcadas y la movilidad o mudanzas múltiples. En el caso de lo transcultural, se parte de la «base de que un CTC se cría en un mundo transcultural durante sus años formativos, es decir, desde el nacimiento hasta los 18 años, años en los que todo ser humano se forma como tal».[10] Se debe comprender que «el CTC vive en un contexto sociocultural en casa (los valores, las costumbres, el idioma del país originario de sus padres) y otro contexto social en la calle, propio del país de acogida».[11] Es decir, al tener el CTC la primera cultura, la cual es la cultura de los padres, y al tener también la segunda cultura, que es la cultura anfitriona, sufre una fusión de influencias culturales para crear la tercera cultura, la cual es la combinación de los dos elementos escogidos de las dos culturas.[12] Al entender esto, que probablemente sea solo un concepto por escrito, se debe pensar en que este es un «complejo proceso que ocurre día tras días en el corazón, el alma y la mente del CTC».[13]
El proceso tiene dos connotaciones: es selectivo y no selectivo. Esto quiere decir que el CTC es quien «decide hablar o actuar de una cierta forma. Pero también se da la incorporación no selectiva de valores, formas de hablar y ver la vida».[14] En este caso:
Para el CTC vivir entre dos culturas y expresar valores y costumbres culturales apropiados de acuerdo al entorno en el que se encuentra en ese momento le proporciona una sensación de pertenencia, pero a la vez existe en su interior un profundo sentimiento de desarraigo. Este elemento transcultural le permite formar parte de y a la vez ser extranjero en el lugar donde reside.[15]
Ahora bien, el segundo elemento, que es el de existencia de diferencias marcadas, se limita a tres grandes diferencias. La primera se puede ver en los rasgos físicos, es decir, el CTC es diferente físicamente de quienes lo rodean. Sin embargo, esto se sufre principalmente entre los 12 y 15 años, cuando se está en la adolescencia temprana. En este caso, si el CTC sufre de discriminación, sea por su color de piel, sus rasgos físicos o la mala actitud de la sociedad ante las diferentes razas y color, esto permeará una difícil integración del CTC en la cultura predominante.
La segunda diferencia es totalmente distinta. Esta tiene que ver con las formas de ver el mundo. En este caso, se debe entender que todos ven el mundo a través de distintas «gafas culturales». Estas formas de ver el mundo marcarán diferencias entre la cultura dominante y la cultura matriz del CTC, por lo tanto, influirá notablemente en su sentido de arraigo y seguridad. Pueden aportarle riqueza cultural, pero puede también generar dudas y preguntas con relación a lo que debe incorporar y qué es lo correcto. Por último, la tercera diferencia se da en el nivel tecnológico y económico. Esto significa que el CTC puede experimentar dos situaciones de acuerdo al caso. Primero, puede ser que llegue a una cultura altamente tecnológica en donde resulta difícil conservar las virtudes de su país natal. Segundo, salen de su país natal disfrutando de una vida económica holgada, pero al llegar al nuevo país se viva estrechez económica y resulte muy difícil el proceso de integración.[16]
Ahora bien, en el último elemento se da la «movilidad transcultural, las mudanzas frecuentes y las despedidas reiteradas de familias y amigos cercanos».[17] En este punto es importante comprender que «las mudanzas transculturales son el elemento que marca más al CTC»[18], porque pasan «de un lugar donde los conocimientos, costumbres y valores son conocidos a otro lugar donde dichos elementos son diferentes».[19] Ahora, las mudanzas frecuentes también son otro factor importante a notar. Para un CTC cada mudanza dentro del país anfitrión «significa tener que decir adiós a sus amistades y tener que restablecerse en un nuevo colegio, hacer nuevos amigos, intentar formar parte de otro equipo de fútbol. Lo más grave, es perder su arraigo puesto que la encuentra en sus relaciones».[20]
[1] G. Eddy, Hijos de una tierra sin nombre: La realidad de los Chicos de Tercera Cultura (España: Mosaico de Esperanza, 2013), 33.
[2] Ibíd., 36-37.
[3] Ibíd., 37.
[4] Ibíd.
[5] E. Gallagher, Equal rights to the curriculum: Many languages, one message (Gran Bretaña: Multilingual Matters, 2008), 67.
[6] Eddy, Hijos de una tierra sin nombre, 37.
[7] Ibíd., 40.
[8] Ibíd.
[9] D. C. Pollock y R. E. Van Reken, Third culture kids: Growing up among worlds (Boston: Nicholas Brealey, 2009), 21.
[10] Eddy, Hijos de una tierra sin nombre, 41.
[11] Ibíd., 42.
[12] Ibíd., 43.
[13] Ibíd.
[14] Ibíd.
[15] Ibíd., 45-46.
[16] Ibíd., 46-49.
[17] Ibíd., 50.
[18] Ibíd.
[19] Ibíd.
[20] Ibíd., 51.
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