Un padre adoptivo
Ahora bien, podría argumentarse que José llevó adelante la boda y guardó la virginidad de María por temor a la visión del ángel, al final de cuentas, ¿quién querría hallarse peleando con Dios? Sin embargo, hay dos detalles en el evangelio mismo de Mateo que nos hacen notar la cualidad de José como padre adoptivo de Jesús.
El primer hecho sobresaliente se encuentra inmediatamente después en el capítulo 2, cuando Herodes decide matar a todos los niños menores de dos años en Belén. Nuevamente, vemos a José dispuesto a sacrificarlo todo por proteger al niño y su madre. Tras una orden del ángel de Dios, José abandona su tierra y sale huyendo con rumbo a Egipto para resguardar la salud del niño.
Nota la fe, amor y obediencia de este varón. No solamente se limita a aceptar a María embarazada y tomarla por esposa, haciendo a un lado el oprobio que esto significaría en su cultura y contexto, sino que ahora, además, debe dejarlo todo atrás e irse a una tierra extranjera a empezar de nuevo. Todo sea por el amor de un padre hacia su esposa y el hijo de ella. Todo sea por obedecer al Señor. Más adelante un ángel del Señor ordenaría a José volver a hacer maletas y retornar a Israel con el niño y su madre.
Después del capítulo 2, Mateo no vuelve a mencionar a José por nombre. Sin embargo, un segundo hecho sobresaliente es mencionado de pasada, haciendo referencia a la cualidad de la relación entre José y Jesús. En el contexto de la incredulidad de los vecinos de Jesús, en la tierra en la que él creció, Mt 13:55 comienza con una pregunta interesante. La gente del pueblo donde Jesús creció afirman: “¿No es acaso el hijo del carpintero?”. Nota esta sutil pero importante afirmación, Jesús había crecido como el hijo de José.
Es interesante observar que aquí Mateo decide introducir un breve cambio con relación a la versión de Marcos. En Mr 6:3 la pregunta es “¿no es este el carpintero?”, pero en la versión de Mateo se afirma “¿no es acaso el hijo del carpintero?”. Carson explica correctamente que “lo uno y lo otro son correctos en una época en la que la mayoría de los muchachos seguían el oficio de sus padres”.[6] Sin embargo, el cambio sutil no es insignificante. Mateo decide enfatizar el hecho de que Jesús había crecido como el hijo de José, en otras palabras, a pesar de que María y José habían concebido otros hijos (tal como afirma este mismo pasaje), José había tratado a Jesús como su primogénito, enseñándole el oficio de la casa. Tal era su relación que la gente del pueblo se refiere a Jesús como “el hijo del carpintero”. Y es que a pesar de que José se casó con María embarazada, él crio al hijo como suyo propio.
Dios tuvo un padre adoptivo
Al principio de este artículo te mencioné que Dios fue adoptado por un padre terrenal. Espero que ahora entiendas a lo que me refiero. No, definitivamente no estoy procurando avanzar una nueva teología ni mucho menos algún tipo de herejía. Me refiero al hecho de que el Dios encarnado, la segunda persona de la Trinidad en el momento en el que descendió a la tierra y se hizo hombre, conoció en su vida humana el cuidado y amor de un padre adoptivo.
Este no es un hecho insignificante. Se trata de un hecho hermoso que denota una cualidad importantísima del amor de Dios. Él se identifica con los más necesitados en medio nuestro. Cuántas veces la ley divina en ambos testamentos nos recuerda el mandato de cuidar del “huérfano y la viuda”.[7] Luego, en el Nuevo Testamento, ese mismo Dios afirma reiteradamente que él es nuestro padre adoptivo (Ro 8:12-17; Gá 4:4-5; Ef 1:3-10; etc.). Desde una perspectiva espiritual todos fuimos huérfanos de padre en algún momento, pero Dios nos adoptó en su familia por medio de Cristo.
Sin embargo, esta adopción tiene también un componente terrenal, un llamado a restaurar en esta tierra lo que el pecado ha querido quebrantar. El Dios-hombre conoció el amor de un padre terrenal adoptivo, quien lo recibió, le enseñó el oficio de la casa y lo crio como suyo propio. Hoy la iglesia de Cristo tiene esa misma misión de ser familia para quien no la tiene, de aceptar al huérfano como un hijo propio y de participarle en vida el ejemplo del amor divino. La Navidad es una historia de redención eterna, la redención obrada por Dios en favor de la humanidad. Sin embargo, así como Dios se identificó con los seres humanos, haciéndose semejante a nosotros, hoy él también invita a su iglesia a identificarse con la causa del necesitado y a brindarle amor y el calor de un hogar.
[1] Esta expresión hace referencia a la unión conyugal en la noche de bodas. Ver Craig L. Blomberg, Matthew, en The New American Commentary, vol. 22, ed. David S. Dockery (Nashville: B & H Publishing, 1992), 57, versión Kindle; además, D. A. Carson, Mateo, en Comentario bíblico del expositor, ed. Frank E. Gaebelein (Miami: Vida, 2004), 83.
[2] Carson, Mateo, 83.
[3] Ibíd.
[4] Craig S. Keener, A Commentary on the Gospel of Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 1999), 86, versión Kindle.
[5] Como explica Carson, Mateo, 90, “la cláusula ‘hasta’ naturalmente significa que María y José disfrutaron relaciones conyugales normales después del nacimiento de Jesús (cf. más adelante en 12:46; 13:55)”.
[6] Ibíd., 378.
[7] Una búsqueda simple arroja datos como Dt 10:18; Sal 68:5; 82:3; 146:9; Stg 1:27, etc.
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