Cada año, cuando las festividades navideñas se acercan, algunos cristianos se preguntan acerca del origen y el significado de esta festividad que ha cobrado importancia en el mundo entero.
Este artículo no pretende solucionar todas las inquietudes al respecto, sino presentar el argumento bíblico que anuncia la llegada del Cristo, la historia cristiana y la Navidad que promueve la celebración de la victoria del Rey de reyes.
La promesa del rey de Israel
En el siglo VI a. C. Dios prometió por medio del profeta Jeremías que un día Él mismo cumpliría la promesa de enviar a un heredero de David para gobernar con justicia. El resultado de la llegada de este rey sería que el pueblo de Dios sería llamado: Yahvé es nuestra justicia.
¿Por qué un heredero de David? Porque David fue el rey ungido de Dios que logró unificar a Israel, pero su linaje había sido quebrado. Ahora, Dios prometía restituir ese linaje con un heredero aún superior al mismo David.
Leemos en Jeremías 33:14-16:
Llegarán días —afirma el Señor—, en que cumpliré la promesa de bendición que hice al pueblo de Israel y a la tribu de Judá. En aquellos días, y en aquel tiempo, haré que brote de David un renuevo justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días Judá estará a salvo, y Jerusalén morará segura. Y será llamada así: ‘El Señor es nuestra justicia’.
Un rey muy especial
Casi medio siglo antes, Dios mismo, por medio del profeta Isaías, explica cómo sería la llegada de este heredero de David y en qué consistiría su venida. En Isaías Dios promete la llegada de un niño que sería la luz y salvación del mundo.
Leemos en Isaías 9:2, 6-7.
El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido… Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre. Esto lo llevará a cabo el celo del Señor Todopoderoso.
Este niño que nacería no sería un niño común y corriente, sería llamado con los nombres de Dios, sería quien gobernaría a la humanidad en absoluta paz y justicia ¡por siempre!
Esto no era nada nuevo, desde el principio del tiempo (Gn 3:15), Dios mismo había determinado enviar a un salvador por nosotros. Nosotros ahora sabemos que ese niño no es otro que Jesucristo, cuya llegada estaba siendo anunciada y sería por siempre recordada.
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