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Un llamado a la devoción: amar al Señor

Recientemente he meditado mucho en las implicaciones del llamado de Dios. A mí me ha llamado con persistencia e insistencia. Incluso cuando he desobedecido, he vuelto a escuchar su voz. Puedo decir que, en su fidelidad, Él continúa agotando los canales para acercarse a mí.

El libro de Eduardo Cartea, “Cuando Dios llama dos veces”,[1] despertó mi atención por su título tan aplicable a mi situación. El libro reúne y estudia con detenimiento los perfiles de grandes personajes de la Biblia a quienes Dios llamó figurada y literalmente dos veces. Entre ellos, encontramos a Abraham, Samuel, Moisés, Pedro, y, curiosamente, a Marta de Betania, la única mujer entre los casos recopilados.

Que Marta aparezca en esta lista es bastante particular. Marta es la hermana de la devota y contemplativa María de Betania. Marta, esa que muchas veces es juzgada como un ejemplo “negativo”; pero en realidad, está en una lista seleccionada donde los personajes se destacan por una intimidad activa con Dios. Tanto Marta, María y Lázaro, los tres, gozaban de una amistad íntima con nuestro Señor Jesús. Cada una de ellas posee ricas revelaciones respecto a la naturaleza de nuestro Señor Jesús.

Los episodios relatados en los evangelios nos ofrecen perspectivas de valor para ir construyendo el contexto social, familiar y personal en el que Marta se desenvolvía. Sabemos que Lázaro, su hermano, fue resucitado y algunos estudiosos de la biblia infieren que fue un amigo íntimo de Jesús, probablemente desde la infancia. María, su hermana, fue una de las más fervientes adoradoras de Jesús. Pasó a la historia como una mujer que no escatimó lo material a la hora de expresar una gratitud genuina que venía desde su corazón.

Juan 11:5 remarca lo que Jesús amaba a cada uno de ellos. Jesús y los discípulos fueron recibidos en varias ocasiones en casa de los hermanos; y Jesús mismo posó en Betania repetidas veces. El doble llamado de Marta, su episodio más conocido y subestimado de Lucas 10:38-41, ocurre en una de estas reuniones posterior a un periodo de alta actividad en el ministerio de Jesús. Este episodio destaca su enorme inclinación a servir y a hospedar. Es así como recordamos a Marta a través de los años; reflexionando sobre el servicio, el orden de las prioridades,[2] y el rol de la congregación en la vida del cristiano.

Marta era probablemente la primogénita, pues se le menciona en primer lugar en los pasajes de la biblia en los que aparece, independientes entre sí. La nombran como la que “le recibió en su casa” (Lc 10:38) esto puede inferirse que Marta era la autoridad de su hogar. Por ello, la responsabilidad de ser una buena anfitriona recaía en Marta. Ya sea que recibiera a Jesús solo o a sus discípulos, los preparativos para ofrecerles alimento y un sitio dónde posar recaían sobre ella. Marta amaba a Jesús. No hay duda en que poner sus recursos a disposición de su Maestro era una muestra de ese amor. Su personalidad se ve reflejada en la preocupación por crear un ambiente grato para sus invitados. Marta expresaba su amor con actos de servicio, siendo diligente y proactiva. Al ver que su hermana María no estaba asistiéndole en servir a los invitados, no tuvo temor en expresar una queja pública la cual es una “manifestación” de su exasperación acumulada.

Cartea menciona que, por la conjugación de los verbos en su idioma original, se ha llegado a la conclusión que María había estado sirviendo y había parado de hacerlo (Lc 10:40). Quizás el volumen de las tareas era tal porque en efecto, a Jesús le acompañaban sus discípulos y/u otros invitados. Al leer el texto lo más sencillo de detectar es que Marta, se abrumó por la cantidad cosas por hacer, quizás por la cantidad de alimentos a preparar. No obstante, una interpretación más detenida nos permitirá ver que Marta se preocupó porque reparó en su hermana; es decir, perdió el enfoque de su servicio.

Marta es el arquetipo de quien posee una relación con Jesús estable, un cristiano maduro cuyo amor a Dios ha impulsado una vida rica en entrega y servicio. Este tipo de ministerios no pueden ser sostenibles en el tiempo cuando se hacen con las propias fuerzas. Es necesario pasar tiempo en la intimidad con Dios, contemplándole como María para poder salir a afrontar las inclemencias de la vida cotidiana con el ímpetu y diligencia de Marta: pero con la actitud correcta.

Si esto es así, resulta llamativo que, luego del gran mandamiento en Lucas 10:27, Él relate un ejemplo del amor al prójimo con la historia del samaritano (Lc 10:29-37), mientras que el amor a Dios esté evidenciado en el llamado que Jesús le hace a Marta. Ella debe elegir lo más importante, escuchar las palabras de su Señor, amar a su Señor.

Conclusión

La vida cristiana es compleja, está llena de dudas y muchas veces de soledad pues nadamos contra las corrientes de pensamiento y las costumbres culturales. No obstante, los momentos donde recibimos reafirmación divina nos colman de fe para esperar en las promesas de Dios. Marta es el mejor ejemplo que poseemos de la correspondencia a la llamada del Señor Jesucristo.

Jesús le a Marta cuál es la prioridad. No es necesario preocuparse por ser excelentes en lo que hacemos, pues no seremos justificados por obras; es necesario buscar más del Señor Jesús: y entonces, las obras que resulten estarán impregnadas de la transformación que obra en nosotros el Espíritu Santo.


[1] Eduardo Cartea Millos, Cuando Dios llama dos veces (Guatemala: Llamada de Medianoche, 2021).

[2] Nancy DeMoss Wolgemuth, Mentiras que las mujeres creen y la verdad que las hace libres (Michigan: Portavoz, 2018).

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