¡Nuevas oportunidades!
Mientras la vida se puede presentar como una lucha continua contra la muerte, Dios es quien hace el milagro de la victoria.
Mientras la vida se puede presentar como una lucha continua contra la muerte, Dios es quien hace el milagro de la victoria.
En esta navidad consideremos la revelación de Dios en este mundo, que nos abramos a su llamada desde el pesebre y correspondamos a su llamada al estilo de María: He aquí tus siervos, haz con nosotros conforme tu Palabra.
Cuando un cristiano se enfoca solo en él mismo, decide voluntariamente rechazar el regalo de servir, amar y convivir para la gloria de Dios.
En el nacimiento de Cristo no solo nos relacionamos con él, sino que su nacimiento revela a todo naciente que venir al mundo sigue siendo una alegría y gozo. Y en este viviente se posibilita a todo hombre “nacer de otro modo”: nacer de Dios.
¿Qué es lo que nos motiva a anunciar un nuevo orden mundial con tantas teorías de conspiración que circulan ahora? ¿Infundir miedo a la gente? ¿Anunciar que ya comenzó la tribulación? ¿Apresurar la venida del Señor? El verdadero nuevo orden mundial, cósmico y universal se llama Reino de Dios, y ya está entre nosotros (Mt 12:28; Mr 1:15)
¡El Dios eterno e infinito, en la persona divina del Verbo, quiso nacer como un bebé! ¡Se convirtió en un paquetito de vida y amor envuelto en pañales y acostado en un pesebre! Fue Dios que dormía en ese pesebre, pero no fue Dios Padre ni fue el Espíritu Santo, sino que fue el Verbo que desde la eternidad quiso nacer entre nosotros. Eso es lo que celebramos cada año en la Navidad.
Considerando que cada generación de cristianos debe responder a sus propios desafíos, el artículo tiene la intención de resaltar la naturaleza del hecho de ser mujer, madre y la elección de ser sierva de Dios desde una perspectiva cristiana. María, la madre de Jesús, y la narrativa evangélica nos ayudará a reflexionar sobre esto.
El comprender o explicar la realidad no excluye necesariamente a Dios. Una cosmovisión teísta considera a este como el Creador y no como parte de la creación. Esto es: la creación es lo que podemos percibir con nuestros sentidos, se puede comprobar experimentalmente; el Creador, por otra parte, es la fuente y origen de la creación.
Estamos siendo «irradiados» por diversos pensamientos, algunos buenos y otros malos, y es nuestra decisión elegir qué absorber y qué poner en práctica; recordando que las ideas que aceptemos guiarán, inevitablemente, nuestro actuar.
Sin embargo, el tiempo y la rutina religiosa hicieron desaparecer dichas dudas. Lo que siguió fue la comodidad y después la mediocridad; y estas dos «gemelas» —que siempre van de la mano— son muy peligrosas.
A través de estas valientes y firmes palabras, la madre de Jesús se constituye en el elemento humano que hizo posible ese primer momento para que lo divino descendiera hasta lo humano y a la humanidad entera.