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Las consecuencias de la pornografía en el comportamiento del ser humano

    En las siguientes entregas quiero abordar un tema que me parece no se ha discutido mucho en nuestras iglesias: las implicaciones de la pornografía en la mujer. Sin embargo, antes de hablar del tema en cuestión, es necesario tratar la pornografía de forma general.

    Para tratar el tema de la pornografía no basta solo con definirla o buscar las palabras más exactas para su fin. Es necesario e imperante comprender las consecuencias que esta tiene en el ser humano. A continuación, se expondrá un breve vistazo acerca de esto, esperando seleccionar las ideas y pensamientos más importantes para dar justificación del punto a tratar. En este caso, McDowell, indica lo siguiente: 

    La pornografía está diseñada para el estímulo sexual. Cuando uno ve una escena explícita en una película o ve imágenes sexuales en Internet, el cerebro tiene la misma respuesta neuroquímica que tendría si estuviésemos teniendo contacto sexual con un o una compañera real.[1]

    De igual forma expone:

    El cuerpo libera una gran dosis del químico que nos hace sentir bien (dopamina) y se llena de oxitocina o vasopresina, que funciona como una súper-cola humana para crear un vínculo con tu compañero o compañera, incluso si ese compañero o compañera es virtual.[2]

    Al estar en contacto con la pornografía, se ha probado que esta es adictiva y progresiva por la gran dosis de dopamina que esta provee. Al ser altamente sensorial, tiene como consecuencia la liberación de norepinefrina, el químico de la memoria, provocando que las imágenes que se observan en la pornografía se graben en el cerebro.[3] De igual forma, al estar en contacto con la pornografía se está en contacto también con cualquier tipo de masturbación. Wolf indica lo siguiente:

    Los científicos que investigan la adicción a la pornografía han descrito la masturbación crónico tipo TOC como aquella en que los hombres se sienten inducidos a masturbarse repetidas y sucesivas veces, hasta llegar a perder interés en otros aspectos de su vida y a perder su capacidad para dominar su necesidad de ver pornografía en el contexto de una masturbación compulsiva.[4]

    Esto también puede provocar cierto comportamiento y adicción, ya que «con cada eyaculación, lo mismo que con cada orgasmo, se enciende el sistema de refracción. Obtenemos nuestra dosis de opioides, serotonina y endocanabinoides. Esto produce éxtasis, saciedad y relajación».[5] Algunos de los escritores concuerdan con que la pornografía crea una adicción, por lo que la psicóloga Wolf indica que «como en cualquier adicción, y por razones neuroquímicas, resulta muy difícil para un adicto el dejar de adoptar ciertas conductas, aunque sean muy autodestructivas, si le permiten acceder a la satisfacción inmediata».[6] Es por eso que cuando se ve «continuadamente imágenes que conectan el sexo con la violencia y con comportamientos degradantes, puede suceder que cada vez más se exciten con un sexo relacionado con violencia y degradación, lo cual también es aplicable a las mujeres».[7] Ortiz comenta que «la pornografía ha probado ser más adictiva que el uso del alcohol, drogas narcóticas o cualquier tipo de sustancia adictiva en el mundo de hoy».[8]  

    En el libro Sexo seguro, escrito por el Dr. Rodolfo Ressino y su esposa, indican que la pornografía provoca cuatro etapas en el ser humano. 1) Etapa de la adicción: esto significa que el consumidor desea cada vez más y más porque no puede vivir sin consumirla. 2) Etapa de escalamiento: en esta se produce una adicción incontrolable en donde se requiere ver algo más pervertido porque si no, no le sienten el mismo sabor. 3) Etapa de desensibilización: esta etapa tiene que ver con lo que al principio se consideró repugnante y grotesco. De tanto mirar estas escenas, se vuelve insensible, por lo que estas escenas se vuelven cada vez más tolerables y no tan degeneradas. 4) Etapa de perversión objetiva: en esta última etapa sucede que lo que se observa en la pornografía. Hace que las personas adictas quieran experimentar y replicar todo lo que miran. Sin embargo, en la medida en que todo esto se lleva a la práctica, poco a poco se va perdiendo el sabor y la intensidad con la que se comenzó, por lo que siempre buscarán elevar más la intensidad.[9]

    La pornografía posee ocultamente consecuencias altamente destructivas, porque «la pornografía es en verdad una droga, pero una droga que, lejos de liberar al individuo y acrecentar su imaginación y su capacidad para el placer, disminuye… y adormece a la gente, no solo en lo político y conceptual, también en lo erótico».[10] Ortiz indica lo siguiente:

    El cerebro es el órgano más poderoso de nuestro cuerpo y la pornografía lo va contaminando con sus imágenes. Estas van creando ciertas reacciones químicas a nivel de las neuronas y se van produciendo sensaciones de intensa excitación sexual. Poco a poco el cerebro se va acondicionando a ese método de excitación artificial, hasta crear una dependencia de esa conducta.[11]

    Por lo que esta excitación, al consumir cada vez más pornografía, busca ser saciada con todo tipo de situaciones que lleguen a la dopamina necesaria o a traspasar esa dopamina que el cerebro necesita. Para el doctor Ressino y su esposa algunos efectos que tiene la pornografía tienen que ver con la degradación física y moral, con el aumento del consumo de alcohol y drogas, insatisfacción matrimonial, aumento de violaciones, aumento de intenciones criminales, producción de futuros agresores sexuales de toda índole, aumento de la crueldad y la agresión infantil y pérdida de dinero.[12] 

    Esta información es una pincelada de todo lo que la pornografía puede provocar a manera de consecuencias en el comportamiento humano, sin embargo, es necesario terminar con la siguiente cita: «La pornografía representa un serio peligro para la familia, la sociedad, la espiritualidad de todos en el hogar y aun para la sexualidad misma».[13]


    [1] J. McDowell y E. Davis, 39 preguntas que tus padres esperan que nunca les hagas acerca del sexo (Florida: Patmos, 2011), 107.

    [2] Ibíd.

    [3] Ibíd.

    [4] N. Wolf, Vagina: Una nueva biografía de la sexualidad femenina (Barcelona: Kairós, 2013), 299-300. 

    [5] Ibíd., 300.

    [6] Ibíd., 301.

    [7] Ibíd., 310.

    [8] E. L. Ortiz, Intimidades: Para que estés bien desde adentro (Nashville: Grupo Nelson, 2012), 114.

    [9] R. R. Rossino Grassi y R. Solórzano de Rossino, Sexo seguro: Para jóvenes que quieren liberarse (Guatemala: Autor, 2009), 114-115.

    [10] Wolf, Vagina, 320.

    [11] Ortiz, Intimidades, 116.

    [12] Rossino Grassi y Solórzano, Sexo seguro, 115.

    [13] Ortiz, Intimidades, 113.

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