¡Juntos podemos realizar un cambio! Haz una donación hoy a Instituto CRUX CLIC AQUÍ PARA DONAR
¡Juntos podemos realizar un cambio!
Haz una donación hoy a Instituto CRUX
¿Sabías que un estudio reciente muestra que las generaciones actuales tienen menos relaciones sexuales porque pasan más tiempo frente a sus celulares? Al enterarse de esto, la celebridad y afamado pensador ateo Bill Maher exclamó con emoción: «¡Por fin esta generación hizo algo bueno! Si dejan de tener hijos, van a dejar de fregar el planeta».
Puede sonarte raro o hasta gracioso, pero esta expresión refleja la mentalidad de la nueva cosmovisión de muchos de nuestros pensadores y educadores modernos. Este pensamiento afirma, de manera resumida, lo siguiente: el ser humano está dañando el planeta, y lo mejor sería que redujere su existencia a la mínima expresión para que la tierra sea un mejor lugar. Sin embargo, este tipo de razonamiento —percibir al ser humano como solo un animal altamente evolucionado— carece de respuesta a la siguiente interrogante: ¿qué objetivo tendría este planeta, por bello que sea, sin el ser humano?
Vamos a tratar de ver la respuesta bíblica a esta filosofía contemporánea desde la cosmovisión judeocristiana.
En el principio
Todos conocemos de memoria cómo comienza el primer versículo de la Biblia: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Esta sencilla pero profunda frase implica algunas cosas demasiado importantes que no podemos pasar por alto:
La descripción
Lo que sigue a esa declaración es «la historia de la creación». Ahora bien, aquí hay que tener mucho cuidado en cuanto a cómo usamos el término «historia», ya que puede causar confusión o controversia. El objetivo de Gn 1 no es contarnos la historia de la creación desde una perspectiva de la historia natural moderna, sino contarnos el hecho de la creación, el origen divino y el objetivo de la misma.
Una interrupción en el relato
Durante todo el relato de Gn 1 encontramos la fórmula «dijo Dios… y así sucedió». Sin embargo, al llegar al v. 26 hallamos una interrupción a dicha constante: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…». Y de pronto la historia toma otro matiz. Es como si todo el relato hubiera estado avanzando hasta llegar a este momento en particular; como si toda la sinfonía de la creación fuese in crescendo hasta este punto. La monotonía del relato es interrumpida con una nueva y única expresión creativa: «Hagamos al hombre».
Ahora bien, la palabra aquí traducida como «hombre» es el hebreo adam. Lo que se debe entender es que en este momento se está refiriendo a la humanidad como un todo y no solo al hombre en masculino. La separación de masculino y femenino en términos de creación recién sucederá en el Cap. 2.
La imagen de Dios
Dicha interrupción en el relato tiene el objetivo de contarnos la creación de un ser especial: el ser humano.
Génesis nos cuenta que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Pero ¿qué quiere decir esto? «Imagen» y «semejanza» no son dos cosas diferentes. En hebreo la palabra «imagen» es muy amplia, entonces el autor del relato de Génesis utiliza la palabra «semejanza» para calificar esta y así dejar claro a lo que se refiere por el resto del relato.[1]
Ahora bien, ¿a qué se refiere con que el ser humano es imagen y semejanza de Dios? Pues bien, es necesario aclarar de entrada que no se refiere a las características físicas de Dios, como la forma, o a las emociones, voluntad o intelecto. Dios es espíritu y, por otro lado, los seres angelicales son muy superiores al hombre en fuerza e intelecto, pero no se dice de ellos que sean imagen de Dios.[2]
Entonces, ¿a qué se refiere con que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza? Los vv. 26 y 28 nos dan una pista: estos versículos repiten el tema del dominio. Por lo tanto, al hablar de imagen y semejanza se está afirmando que el ser humano es el representante de Dios en la tierra. Dios delegó al hombre (como humanidad) la autoridad para ser señor de la tierra.
Wenham:
Aquí Génesis define el propósito y el lugar de la humanidad en el plan de Dios. Dios dice que el hombre debe ser hecho a nuestra imagen, a nuestra semejanza. Esto significa que la humanidad, tanto masculina como femenina, es el representante de Dios en la tierra […]. En segundo lugar, como los seres humanos están creados a la imagen de Dios, son sus representantes en la tierra y deben «gobernar […] sobre toda la tierra».[3]
Kidner:
La Biblia hace del hombre una unidad: actuando, pensando y sintiendo con todo su ser. Esta criatura viviente, entonces, y no solo una parte de él, es una expresión o transcripción, en términos de una existencia temporal, corpórea y criatural, del eterno e incorpóreo creador —así como alguien trataría de transcribir, por ejemplo, una épica en una escultura o una sinfonía en un soneto.[4]
Lasor lo pone de manera mucho más clara:
… selem, «imagen», se explica y precisa como demut, «semejanza». En hebreo no aparece la conjunción «y» entre las frases, de modo que la segunda define más explícitamente a la primera, y juntas significan «conforme a una representación similar pero no idéntica» […], los seres humanos (adam) en su relación personal con otras criaturas pasan a ser representantes de Dios, con el derecho natural de investigar, someter y usar todo lo que los rodea.[5]
Implicaciones de ser imagen y semejanza de Dios
El ser imagen y semejanza de Dios, lo cual determina por completo la cosmovisión bíblica de la humanidad y la tierra, significa lo siguiente:
Esto entra en absoluto contraste con mucho de la filosofía humanista, animalista y ambientalista moderna. En la cosmovisión bíblica, aun tras la caída, el ser humano mantiene la imagen y semejanza de Dios. Es decir, mantiene su valor intrínseco original, pero ahora su alma debe ser redimida porque fue distorsionada y contaminada por el pecado.
Dios creó todo el planeta para el ser humano, y luego se dio a sí mismo para redimirlo
Recuerda lo que dijo el apóstol Pablo en Ro 5:8: «Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros». Y si Dios mismo no nos desechó, sino que se dio a sí mismo por nosotros, ¿quiénes somos nosotros para desechar a nuestro prójimo, por malo que parezca?
Entendamos el valor que todo ser humano tiene a los ojos de Dios. Enseñemos a otros el gran valor que tienen. Enseñemos a otros a valorar a su prójimo de igual manera. Seamos todos juntos buenos representantes de Dios, administrando muy bien este hogar que él nos dio.
[1] Kidner, Genesis: An Introduction and Commentary (Downers Grove: IVP, 1967), 1:155.
[2] D. Brown, A. R. Fausset y R. Jamieson, Genesis–Deuteronomy, A Commentary, Critical, Experimental, and Practical, on the Old and New Testaments 1 (Glasgow: William Collins, Sons, & Company), 8.
[3] G. J. Wenham, “Genesis”, en New Bible Commentary, 4a. ed., eds. D. A. Carson et al. (Downers Grove: IVP, 1994), 61.
[4] Kidner, Genesis, 55.
[5] William S. Lasor, David A. Hubbard y Frederic W. Bush, Panorama del Antiguo Testamento: Mensaje, forma y trasfondo del Antiguo Testamento (Buenos Aires: Nueva Creación, 1995), 76.
La espiritualidad cristiana, definitivamente, tiene que ver con la totalidad de la vida, es decir, se lleva a cabo y se ejercita en lo individual y en lo comunitario, en la soledad y en lo social. También es cierto que esta tiene un fin: acercarnos más a Dios y a nuestro prójimo. ¿Cuáles son aquellas prácticas que nos ayudan a ser mejores discípulos del Señor? ¿Qué es, realmente, la “espiritualidad cristiana”? ¿Hemos olvidado ejercicios espirituales valiosos? Te invitamos a unirte a esta nueva conversación.
La espiritualidad cristiana, definitivamente, tiene que ver con la totalidad de la vida, es decir, se lleva a cabo y se ejercita en lo individual y en lo comunitario, en la soledad y en lo social. También es cierto que esta tiene un fin: acercarnos más a Dios y a nuestro prójimo. ¿Cuáles son aquellas prácticas que nos ayudan a ser mejores discípulos del Señor? ¿Qué es, realmente, la “espiritualidad cristiana”? ¿Hemos olvidado ejercicios espirituales valiosos? Te invitamos a unirte a esta nueva conversación.
La espiritualidad cristiana, definitivamente, tiene que ver con la totalidad de la vida, es decir, se lleva a cabo y se ejercita en lo individual y en lo comunitario, en la soledad y en lo social. También es cierto que esta tiene un fin: acercarnos más a Dios y a nuestro prójimo. ¿Cuáles son aquellas prácticas que nos ayudan a ser mejores discípulos del Señor? ¿Qué es, realmente, la “espiritualidad cristiana”? ¿Hemos olvidado ejercicios espirituales valiosos? Te invitamos a unirte a esta nueva conversación.