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La eutanasia: significado, historia y perspectivas

El debate en torno al final de la vida humana constituye, en la actualidad, una de las discusiones que llaman la atención dentro del campo de la bioética. El número de publicaciones sobre este problema es muy abundante y creciente, e incluso ha surgido una nueva ciencia, la tanatología —de thánatos, muerte—, dedicada al estudio de ese hecho incuestionable en la vida humana.

Significado, perspectivas e historia

La palabra “eutanasia” procede del griego eu thánatos. Aparece en varios textos antiguos, en donde el término significaba “una muerte sin dolores y en paz (buena muerte)”. Los griegos llevaron a cabo un fuerte debate sobre este tópico. Los pitagóricos estaban en contra de esta práctica, pero los estoicos, en cambio, estaban a favor de usarla, únicamente en caso de una enfermedad incurable. No obstante, estas influencias fracasaron ante los principios cristianos. Fue a finales del siglo pasado que se suscitó el interés por el tema, llegando a múltiples acercamientos y consideraciones.[1]

Hay que recordar que  esta palabra fue acuñada por Francis Bacon, en 1623, quien la encontró en un libro titulado Historia vitae mortis. Su etimología, eu thánatos, equivale “a buena muerte”, en sentido de una muerte plácida y sin sufrimiento. Bacon también afirmó que las responsabilidades de un médico son devolver la salud y hacer mitigar los dolores y sufrimientos de una persona, ya sea para que esta se cure o en su lecho de muerte muera tranquila y fácilmente.[2]

Aunque Bacon fue el primero en usar la palabra “eutanacia”, esta práctica se remonta a la antigüedad, usada por y para aquellas personas que sufrían una enfermedad o deformidad. En la República III, Platón escribe: “Establecerás en el Estado una disciplina y una jurisprudencia que se limite a cuidar de los ciudadanos sanos de cuerpo y de alma; se dejará morir a quienes no sean sanos de cuerpo”.[3]

Esta práctica era similar en Grecia, Roma e India. Pero la llegada del cristianismo supuso un nuevo paradigma en las costumbres sobre este aspecto gracias al mandamiento “no matarás”. Con el Renacimiento se ven los albores de una etapa en que se acepta la idea de la eutanasia, y progresivamente irán apareciendo países y naciones que buscarán el apoyo jurídico para la aprobación de la misma.

En 1903, en Estados Unidos, mil médicos firman una solicitud de eutanasia para enfermos incurables, pero fue rechazada. En el Reino Unido, en 1936 y 1947, se pidió la legalización de la eutanasia, pero fue denegada. A raíz de la aprobación de la ley para la prevención de las enfermedades hereditarias en Alemania, que probablemente influyera en los ataques contra los judíos y pacientes tarados, en 1948 la Asociación Médica Mundial condena la eutanasia al actualizar el juramento hipocrático.[4]

En la actualidad, el término eutanasia ha cobrado más interés en diferentes contextos, cuya valoración ética y jurídica son distintas. Generalmente se suele recurrir a la palabra “eutanasia” cuando se hace algo —o se deja de hacer— en la etapa final de la vida de un enfermo. La encíclica Evangelium vitae la define así: “Una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor”.[5] La eutanasia se sitúa, pues, en el nivel de las intenciones o los medios usados.[6] Esta práctica se considera desde el asesinato al niño que nace deforme (limitaciones físicas) hasta la colaboración en el suicidio de alguien que sufre, desde la eliminación del anciano hasta la abstención del tratamiento para no alargar una agonía sin esperanza.

También se entiende, técnicamente, por eutanasia el llamado “homicidio por compasión”, es decir, causar la muerte de otro por “piedad” ante su sufrimiento o atender a sus deseos de morir por la causa que fuere.[7]  La práctica de la eutanasia en personas con enfermedades terminales, en estado agónico o vegetativo parece ser buena, pero se torna complicada y confusa cuando se introducen nuevos elementos.

  • Eutanasia activa: cuando la muerte se provoca por medio de una acción, como pudiera ser la administración de dosis mortales de medicamentos.
  • Eutanasia pasiva: cuando la muerte es consecuencia de la omisión o de la interrupción de tratamientos cuyo objetivo es mantener el soporte vital mínimo, como pudiera ser la hidratación y el alimento.
  • Eutanasia voluntaria: cuando el enfermo con claridad mental solicita que se le mate para liberarse de sus sufrimientos  físicos o morales, los cuales considera insoportables.
  • Eutanasia no voluntaria: es considerada para aquellos enfermos que por cualquier razón no puedan dar su consentimiento.

Es evidente que estos conceptos están formados por dos ingredientes éticos: la intención y el medio que produce la muerte.[8]

Hoy en día hay muchas organizaciones que promueven la legislación de la eutanasia. Los casos más alarmantes se producen en Holanda, Estados Unidos y Australia. En 1995 en Holanda se ampliaba la eutanasia para enfermos no terminales que padecieran sufrimiento psíquico. Una encuesta en los Estados Unidos señala que la mayoría de los médicos dejan morir a sus pacientes insalvables, y un 35 % de ellos confiesa hacerlo sin pedir consentimiento de los pacientes. Por último, la situación más alarmante que se ha suscitado ha sido en Australia: el 25 de mayo de 1995 se proclamó el derecho a ser matado por un médico.[9] Actualmente la eutanasia solo está legalizada en Oregón (Estados Unidos), Holanda, Colombia, España, Bélgica, Luxemburgo, Canadá y Nueva Zelanda.

La muerte, como un evento natural, es inevitable. Algunas veces Dios permite que una persona sufra mucho antes que la muerte llegue. Otras veces el sufrimiento de la persona se acorta. Nadie disfruta del sufrimiento, pero esto no justifica el determinar que una persona esté lista para morir. Es común notar que muchos de los propósitos de Dios son cumplidos a través del sufrimiento de una persona.


[1] Eduardo López Azpitarte, Ética y vida, desafíos actuales (Madrid: Ediciones  Paulinas, 1990), 219.

[2] Hipólito Durán, Dilemas éticos de la medicina actual, ed. Javier Gafo (Madrid: UPCM, 1986), 119.

[3] Citado en ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Eduardo López, Ética y vida, desafíos actuales, 222.               

[6] Niceto Blazquez, Bioética fundamental (Madrid: BAC, 1996), 514.

[7] Ibíd.

[8] Blazquez, Bioética fundamental, 519.

[9] Blazquez, Bioética fundamental, 513. La legislación a favor de la eutanasia en Australia se trata de una ley en la que se aprueba la aplicación directa o activa de la eutanasia. Una vez que el enfermo haya anunciado su decisión de poner fin a sus días, una comisión de expertos compuesta por dos médicos, uno de ellos psiquiatras, verifica que el paciente no sufre alguna depresión transitoria.

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