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Confiando en el Señor en tiempos difíciles

Por nadie es desconocida la situación por la que nuestro mundo está atravesando. El coronavirus (COVID-19) ha sido declarado una pandemia mundial y las actividades de toda índole se están paralizando. Esto ha resultado alarmante para muchas personas, y no podemos soslayar que es una situación muy crítica. Es muy probable que se avecine desempleo, desestabilización económica, crisis financiera, hambre, etc. Y en medio de estos tiempos difíciles, las preguntas siguen siendo las mismas: ¿la fe cristiana puede infundir esperanza?, ¿podemos seguir confiando en que el Señor tiene el control?

No debemos olvidar que «Dios es Señor y Rey sobre su mundo; gobierna por sobre todas las cosas para su propia gloria, demostrando sus perfecciones en todo lo que hace, a fin de que tanto hombres como ángeles le rindan adoración y alabanza».[1] No importa lo que el mundo esté vaticinando en estos momentos de turbulencia social, nuestra confianza está puesta en el Dios eterno, soberano, omnipotente, omnisciente y omnipresente.

Conviene recordar las palabras del apóstol Pedro: «[E]chando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (1 P 5:7 RV60).

¿Cuál es nuestra posición y qué podemos hacer como creyentes ante esta situación difícil? 

  • Humillarse ante Dios

Toda crisis es una oportunidad para humillarnos ante Dios y clamar a él. Pongamos en práctica estas palabras: «… si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra» (2 Cr 7:14).

  • Obedecer a nuestras autoridades

Es necesario que como cristianos acatemos las diferentes medidas que han estipulado las autoridades. El apóstol Pablo de una manera precisa nos dice en Ro 13:1-2:

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.

Por lo tanto, obedezcamos. No utilicemos las redes sociales para hacer jocosidad, parodias o infundir temor. Tomemos responsabilidad y acatemos las recomendaciones: mantengamos una buena higiene, no visitemos lugares públicos donde hay aglomeraciones, no seamos imprudentes, etc. Alguien con justa razón dijo que «la imprudencia está tan solo un paso atrás de la calamidad». De igual forma, el proverbista recuerda: «El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias» (Pr 22:3 NVI). Mostremos cultura y respeto hacia nuestra vida y hacia las demás personas.

  • No olvidar a los más necesitados

Busquemos oportunidades para servir, especialmente a los desvalidos. Seamos entes que propongamos soluciones, pues como bien decía Sócrates: «Cuando no propones soluciones, eres parte del problema». 

Esperanza y confianza en medio de la calamidad

Martyn Lloyd-Jones habla de lo que producen las pruebas y tribulaciones:

1. Nos alertan a nuestra dependencia exagerada sobre cosas terrenales y humanas. 2. Nos recuerdan que nuestra vida aquí es pasajera. 3. De la misma manera, las grandes crisis de la vida nos muestran nuestra debilidad, nuestra impotencia y nuestra falta de poder. 4. Esto, a la vez, nos impulsa hacia Dios y nos hace comprender más que nunca nuestra total dependencia de Él. [2]

Resultan alentadoras y confortantes las palabras del Sal 46, el cual nos recuerda lo siguiente:

En cualquier crisis, Dios es nuestro amparo y fortaleza. Amparo enfatiza más su protección; fortaleza la fuerza interior que da. Pronto, “muy encontrado”, recalca que Dios está siempre dispuesto a ayudarnos; por eso (v. 2) podemos confiar en él. Normalmente el cristiano cree que Dios “puede”, pero duda de que “esté dispuesto” en este caso. El salmista insiste en que Dios siempre está dispuesto.[3]

Comentando este salmo, el Dr. Samuel Pagán escribe:

El salmo es, además, una gran afirmación de fe, pues celebra las intervenciones protectoras y liberadoras de Dios en medio de las dificultades del pueblo. El mensaje fundamental del poema es el siguiente: El Señor es, en momentos de crisis y desesperanza, amparo, fortaleza, auxilio, refugio y fuente de esperanza y seguridad.[4]

Lo que estamos viviendo nos debe hacer reflexionar en lo transitoria que es la vida, tal como dijo Isaac Newton: «La vida en este mundo es solo un paréntesis en la eternidad». Amemos a nuestras familias, a nuestro prójimo y dejemos de tener diferencias por nimiedades, aprovechemos este tiempo para estar más unidos. En resumen: saquemos el mayor provecho a ese regalo maravilloso que el Creador nos ha dado, la vida.

Hermano, «la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Fil 4:7). Recordemos las palabras de san Agustín: «Confiemos el pasado a la misericordia de Dios, el presente a su amor y el futuro a su providencia. Descansemos en el Señor quien tiene el control y el cuidado de nosotros».


[1] J. I. Packer, El conocimiento del Dios santo (Miami: Vida, 2006), 23.

[2] Martyn Lloyd-Jones, ¿Por qué lo permite Dios? (Grand Rapids: Portavoz, 1985), 90.

[3] R. Souto Copeiro, Eduardo G. Nelson y Mervin Breneman, Salmos, Comentario Bíblico Mundo Hispano 8 (El Paso: Mundo Hispano, 1993), 183-184.

[4] Samuel Pagán, Comentario de los Salmos (Miami: Patmos, 2007), 313.

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