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Liturgia, pandemia y culto cristiano: ¿la liturgia virtual llegó para quedarse?

    La pandemia nos ha cambiado el culto! La liturgia es virtual ahora. Los cantantes y los músicos nos guían en la alabanza desde sus casas o desde los templos vacíos. Los creyentes, en sus casas, se involucran mucho o poco en la alabanza. Los otros elementos de la liturgia— como la oración, la santa cena o la lectura bíblica— se hacen virtualmente y nos parece extraño, aunque ya nos estamos acostumbrando. Sin embargo, hay otros elementos de la liturgia que simplemente no se están haciendo: ofrendas, saludos afectuosos, los testimonios, etc. ¡También el culto ha sido trastornado por la pandemia!

    La mayoría de las iglesias locales están luchando por elaborar sus cultos de la mejor manera posible con los recursos disponibles. Muchas no tienen el equipo necesario para hacer algo más profesional; otras no tienen ni el equipo ni el personal adecuado. Otras sí y están aprovechando los recursos para producir cultos más sofisticados con músicos entrenados y productores haciendo «ensambles virtuales» de buena calidad. Si la liturgia consistiera solamente en la alabanza y la música, prácticamente todas las iglesias ya estarían haciendo lo suyo en mayor o menor grado. Sin embargo, la liturgia no se limita a la música y la alabanza, sino que incluye otros elementos que, como mencioné arriba, no siempre están presentes en esta modalidad virtual del culto público. ¿Qué hacemos? ¿Cómo incorporamos todos los elementos que la Biblia incluye en el culto público?  ¿Hay ejemplos históricos que nos ayudan? ¿Qué enseña la Biblia? Algunos aspectos ya han sido mencionados brevemente en otros ensayos anteriores, pero aquí nos enfocaremos en la liturgia.

    Un poco de historia

    La liturgia cristiana comenzó siguiendo más o menos el modelo de la liturgia judía, porque era el modelo que tenían a la mano y desde donde había surgido el cristianismo. Esa liturgia era mayormente ceremonial, es decir, prácticamente todo giraba alrededor de las ceremonias, especialmente la santa cena y el bautismo, pero también otras como la «ordenación» de los nuevos líderes y algunas más. La lectura de las Escrituras y la predicación de la Palabra siempre tuvieron un lugar prominente en la liturgia primitiva. La alabanza, aunque estaba presente, no era tan influyente como lo es ahora.

    Con el correr de los siglos la liturgia cristiana mantuvo el énfasis en el aspecto ceremonial, pero a la vez se fueron incorporando otros elementos, como símbolos, consagraciones de personas y cosas, bendiciones sacerdotales y el canto de coros desde el altar. En lo ceremonial se siguió el enfoque en la santa cena y el bautismo, pero la santa cena se convirtió en la «misa» ya en tiempos de la Edad Media y con la Iglesia católica romana institucionalizada. La proclamación de la Palabra, aunque estaba en el «programa», en realidad no era tanto una predicación, sino enseñanzas sobre el derecho canónico, es decir, las leyes internas de la iglesia. Los feligreses eran meros espectadores pasivos, porque ni siquiera participaban en la lectura de las Escrituras. La solemnidad y la pompa de la liturgia medieval en las iglesias contrastaba con la realidad del pueblo más pobre y discreto.

    Con la reforma protestante del siglo XVI hubo cambios significativos en la liturgia no tanto en las formas, pero sí en los contenidos. El mayor cambio se dio en el enfoque en sí. Aunque las ceremonias continuaron formando parte de la liturgia protestante, ya no eran lo central del culto, sino que se colocó la predicación como lo más importante. De allí viene nuestra herencia al decir que la predicación de la Palabra es lo más importante del culto. La diversificación de las prácticas litúrgicas entre las iglesias protestantes se hizo notoria en los siglos posteriores. Ahora tenemos tanta variedad que es difícil identificar la liturgia cristiana «original». En la actualidad estamos observando otro cambio de enfoque en la liturgia: de lo ceremonial pasamos a la proclamación de la Palabra, y ahora estamos más en la celebración. ¿Es legítimo tener tantas formas litúrgicas diferentes en la actualidad? ¿Cuál es la liturgia bíblica correcta?

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    Un poco de Biblia 

    La Biblia tiene enseñanzas e instrucciones litúrgicas de diversa índole. En el Antiguo Testamento se relacionan con lo que la ley de Moisés dice sobre las fiestas, los sacrificios y otras actividades en el tabernáculo y en el templo. En Lv 22 hay instrucciones sobre las ofrendas y los sacrificios que son parte de la liturgia israelita. En Lv 23 encontramos las instrucciones para la celebración de las fiestas, que más que fiestas en el sentido de nuestra cultura contemporánea, son ceremonias. Todo esto está regulado bajo el concepto abarcador de la santidad de Dios y del pueblo. El principio que guía el ceremonial del culto israelita y judío es la santidad. El culto en sí es una forma de expresar la santidad a Dios.

    Cuando Salomón dedicó el templo hubo una gran celebración y un culto gigantesco lleno de sacrificios como ofrenda y de mucha música (1 R 8). Los Salmos son el «himnario» del pueblo de Dios. Muchos de los salmos se recitaban y cantaban en el camino cuando el pueblo viajaba desde sus lugares de habitación hacia Jerusalén para las tres fiestas principales (Pascua, Pentecostés y Tabernáculos) y también durante las fiestas mismas en el templo.

    En el Nuevo Testamento no hay tantas instrucciones sobre cómo desarrollar la liturgia cristiana como las hay en el Antiguo Testamento. Se habla bastante de la adoración a Dios en términos más bien generales y se dan instrucciones específicas sobre el culto público. Hablando de principios generales, sobresale la enseñanza de Jesús en Jn 4:20-24 en su diálogo con la mujer samaritana. Allí vemos varios principios generales que orientan nuestra adoración y liturgia. En los vv. 20 y 21 Jesús enseña que el lugar de adoración ya no es importante como lo fue en tiempos pasados (monte Gerizim en Samaria y monte Sion en Jerusalén). ¿Cuánta importancia le damos hoy a los lugares de adoración? (templos, santuarios, escenarios). El otro principio que surge de esta enseñanza es que la actitud es más importante que el lugar y la forma (vv. 23-24). En nuestros días, además de darle importancia a los lugares, también damos importancia a las formas. La pandemia nos ha hecho pensar de nuevo en estos aspectos importantes de la adoración. Ahora los creyentes en sus casas saben si tienen o no las actitudes correctas. No hay otras personas cerca, ni directores de alabanza arengando a los creyentes a estar contentos o a decir «amén». Estamos prácticamente solos, cantando solos, orando solos, celebrando la cena del Señor solos. Allí, en esa «soledad», sabremos si tenemos o no las actitudes correctas.

    Hay otros pasajes del Nuevo Testamento que enseñan algo sobre el culto público. Tenemos 1 Co 11, que regula varias cosas, entre ellas la cena del Señor. También está 1 Co 14:26-40 que regula también varias cosas, entre ellas el uso de los dones. Aquí aparece al final un texto que se ha usado para justificar un estilo particular de culto: «… hágase todo decentemente y en orden» (v.40). Este texto se ha interpretado para decir que el culto tradicional es el decente y ordenado, y que los otros cultos son indecentes y desordenados. El versículo no hace referencia a un determinado culto, sino a los asuntos que se están regulando en el pasaje.

    En 1 Ts 5:16-22 aparece una lista de elementos y acciones que forman parte del culto público. En primer lugar, aparece «estar siempre gozosos», dando a entender que el culto cristiano es un espacio para expresar la alegría de los creyentes cuando se reúnen para adorar. Lamentablemente muchos cultos no son gozosos sino tristes. Algo no está bien si no hay gozo en nuestros cultos. Luego aparecen la «oración y la acción de gracias» que deben estar presentes en nuestros cultos. Probablemente la «oración» se refiere a algo más general y la «acción de gracias» a testimonios públicos de los creyentes, algo que nos hace falta en nuestros cultos hoy. Luego viene «no apagar el Espíritu y no menospreciar las profecías». ¿Encajonamos al Espíritu en nuestros cultos? ¿Lo apagamos? ¿Solamente las iglesias pentecostales tienen «suelto» y «encendido» al Espíritu? Las profecías pueden entenderse como el mensaje de Dios expresado en formas diversas como la predicación y la enseñanza que son parte del culto público.

    Un poco de actualidad 

    El culto cristiano ha sufrido cambios grandes en esta época de crisis por la pandemia del COVID-19. La liturgia ha producido bastante debate y controversia entre los cristianos desde hace unas décadas. ¿Cantar himnos del himnario es lo más correcto o cantar cantos contemporáneos? ¿El piano y el órgano son los instrumentos sagrados o también la guitarra y la batería? En muchos casos estas diferencias de opinión se están superando, pero aparecen otras. ¿Es válido celebrar virtualmente la cena del Señor? ¿Cómo se recogen las ofrendas ahora? ¿Transferencias y depósitos bancarios? ¿Cómo hacen los que no tienen acceso a esas opciones?

    Muchas iglesias tienen como parte del culto público un tiempo de oración por las necesidades de los creyentes (algunos lo llaman «ministración»), con frecuencia imponiendo manos físicamente sobre ellos. ¿Cómo se hace eso virtualmente? Hay muchas otras cosas que podemos incluir en esta reflexión, pero el espacio se me acaba. ¿Será que en esto también podemos decir que para el creyente el futuro es mejor?

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