La pandemia ha hecho que la oración de los creyentes sea una práctica más frecuente que antes. Es natural que cuando hay alguna crisis personal, familiar, nacional o mundial como es el caso de esta pandemia, la oración se haga con más intensidad y con más frecuencia. En medio de esta pandemia muchas iglesias han programado reuniones virtuales de oración que se han visto más “concurridas” que las tradicionales reuniones presenciales de oración. Prácticamente todo el mundo, dentro del círculo evangélico, reconoce que las reuniones de oración han sido las menos concurridas entre el abanico de reuniones que la iglesia ofrece a sus miembros. Como que estamos orando más, porque sentimos que lo necesitamos más.
Ahora bien, ¿por qué oramos? ¿Cuál es el contenido de las oraciones de ahora? Bueno, hay de todo; desde las peticiones personales por salud, protección en medio de la pandemia, provisión para las necesidades básicas hasta las oraciones para que el virus desaparezca y la crisis de salud también desaparezca. Algunos pastores se han atrevido a “declarar” que el virus ya se fue o que no va a venir a este o aquel lugar. Se declara la derrota del virus y con base en eso, hay quienes desafían las disposiciones gubernamentales de protección sanitaria para demostrar que el virus está derrotado. ¿Qué debemos incluir en nuestras oraciones? ¿Ser vale “declarar” la derrota del virus o de la tormenta o del huracán o cualquier otra calamidad? ¿Se vale declarar la sanidad de los enfermos del COVID 19? ¿Hay lecciones en la historia y en la Biblia? Veamos.
Un poco de historia
La historia de la iglesia cristiana está llena de ejemplos de oración en medio de crisis. Los cristianos de los primeros siglos se dedicaban a la oración en medio de la crisis de persecución que sufrían. Oraban por protección, sí, pero también por consuelo, por paciencia e incluso por los enemigos, tal como lo enseña el Evangelio (Mt 5:44). Las diversas situaciones difíciles que vivieron los cristianos en los primeros siglos y durante la Edad Media produjeron grandes movimientos de oración y de piedad religiosa. El movimiento monástico nació en parte debido a esas situaciones criticas que se vivieron. Algunos buscaron refugio en lugares separados como monasterios y conventos y se dedicaban a la oración y a los hábitos devocionales como la lectura de las Escrituras y la meditación. No todos estaban de acuerdo con esa forma de expresión de la fe cristiana, pero algo es cierto, se cultivó la devoción.
Al final de la Edad Media surgió un movimiento que se llamó “misticismo”, porque ponía énfasis en la experiencia espiritual individual que incluía la oración. Muchos ven en la famosa peste negra el origen de este movimiento, ya que empujó a algunos a refugiarse en esas experiencias para poder soportar esa calamidad. Un famoso personaje de esa época se llamó Tomás de Kempis y escribió un libro devocional muy leído que se llama Imitación de Cristo. Desde entonces muchos místicos han influido, sobre todo en la piedad católica.
Durante la Reforma Protestante del siglo XVI sobresalen las experiencias de Lutero en las que la oración jugó un papel importante. Se dice que Lutero dedicaba largas horas de oración en preparación para algún evento importante en su agitada y sufrida vida. Algo similar se puede decir de los otros grandes reformadores. Muchos personajes del mundo protestante posterior fueron ejemplos de oración en todo tiempo, pero particularmente en tiempos de crisis. Juan Wesley es uno de ellos. En los últimos tiempos han surgidos otros movimientos “místicos” como el pentecostalismo con su énfasis en la experiencia del Espíritu Santo, donde la oración juega un papel importante.
El mundo evangélico más tradicional ha tenido la oración como un elemento importante de la piedad personal y dentro del culto público, pero como que a medida que pasa el tiempo ha ido decayendo el entusiasmo y la devoción. Sin embargo, esta pandemia no ha devuelto el entusiasmo por orar, precisamente, por estar viviendo tiempos difíciles.
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