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Danzar más allá del carisma

Una vez me preguntaron si no me canso de leer teología. Los que me conocen saben que los temas relacionados con la filosofía y la teología me encantan. Mi respuesta corta fue no. Siempre me ha gustado estudiar la Biblia, entender qué dice y cómo puedo explicarla.

A veces a los teólogos, al menos a algunos, se nos ve como los “insensibles” a las llamadas experiencias carismáticas. He de admitir que, para mí, la parte espiritual del Evangelio nunca ha sido algo sencillo de percibir o sentir. Y, pese a que la teología y la filosofía me encantan, tampoco me han ayudado en lo personal a sentir a Dios.

El mundo cristiano, en un extremo, intenta explicar todo como si la mayor preocupación de Dios fuese existir o meramente que suscribamos una doctrina en particular. Pero en el otro extremo, hay mucha gente que anhela sentir el mover sobrenatural de Dios. El mundo busca a Dios en uno de los dos extremos, pero sigue triste, intentando responder preguntas. Quizá resulta que creer en Jesús sea mucho más profundo y real, que tener todas las cuestiones resueltas o tener la mayor experiencia carismática.

Natanael y Tomás representan, al menos en un momento de la narrativa en los evangelios, estos extremos. Uno de ellos creyó por una experiencia carismática y para el otro no fue suficiente con ver a Jesús resucitado, tenía que ser algo tangible. Pero Natanael vio cosas más grandes y Jesús dijo a Tomás que bienaventurado los que no vieron, pero creyeron.

Jesús nos invita, en medio del silencio de la soledad, a no buscar nuestra identidad en la falsa seguridad de las experiencias o los argumentos lógicos. Nos llama a la entrega confiada a sus brazos, implique lo que implique. Nos invita a danzar más allá del carisma y de la lógica. Es divertido bailar con alguien cuando no tienes ni idea de bailar y asimismo, es bello bailar en silencio con alguien.

Dos personas a las que aprecio mucho, una vez compartieron la misma cita de C.S Lewis conmigo, sorprendentemente en la misma semana y sin haber hablado entre ellos. La cita pertenece a un extracto de Cartas del diablo a su sobrino. Una obra satírica en la que el Diablo anciano Escrutopo manda cartas a su sobrino Orugorio, un demonio más joven y principiante. Escrutopo hablando de la causa de su reino y de los cristianos dice:

Nuestra causa nunca está tan en peligro como cuando un humano, que ya no desea, pero todavía se propone hacer la voluntad de nuestro Enemigo, contempla un universo del que toda traza de Él parece haber desaparecido, y se pregunta por qué ha sido abandonado, y todavía obedece.[1]

Jesús te invita a bailar con Él, aunque quizás no lo sientas o no tengas ni idea de bailar. Pero te promete que Él guiará tus pasos y, si estás atento y dispuesto, hablará a tu corazón. Hay gozo y asombro en la pregunta de ¿Quién es este?

No decaigas alma mía, confía y déjate llevar un pasito más.

Porque así dice el alto y sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: «Yo habito en lo alto y santo, Y también con el contrito y humilde de espíritu, Para vivificar el espíritu de los humildes, Y para vivificar el corazón de los contritos (Is 57:15)


[1] C.S Lewis, Cartas del Diablo a su sobrino, (Madrid: RIALP, 2020), 58.

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