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Leer, comprender y encarnar las Escrituras

El mes de agosto se celebra, en muchas iglesias, “el mes de la Biblia”. Refleja, de alguna u otra manera, el interés que tienen las iglesias hacia la Biblia. Sin embargo, la celebración no debe ser solo un “sentimiento” hacia las Escrituras. Gran parte del problema consiste en otros aspectos que hay que ver antes de elogiar la Biblia. Por ejemplo:

  1. ¿Todos los creyentes de la congregación saben leer y escribir?
  2. ¿Todos los líderes y pastores han estudiado “formalmente” la Biblia?
  3. ¿Practicamos la Biblia? Es decir, vivimos de acuerdo con la palabra de Dios.

El evangelista Lucas nos enfrenta de alguna manera con estas preguntas e invita a considerarlas seriamente, porque, de lo contrario, no tiene sentido celebrar la Biblia como autoridad y guía práctica de la fe cristiana.

La pregunta

La parábola llamada “el buen samaritano” puede ayudar un poco al modesto recorrido. Para empezar, el adjetivo “bueno”, por ejemplo, no aparece en el relato, mientras que “samaritano” sí. Según el relato, lo bueno no está vinculado con una persona, sino a sus acciones, es decir, en este relato la actitud está definida por las Escrituras y precisada en la parábola, en su práctica.

El inicio de este relato aparece con la mala intención del experto de la ley, pero parece que resultará en una pregunta genuina después (v.37). El experto trata a Jesús como Maestro, es decir, alguien de quien puede aprender y que, Jesús como maestro guiará por un recorrido pedagógico.

La pregunta “¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”, refleja una pregunta práctica de “hacer”, este hacer se menciona 4 veces en el relato: v. 25, 28, 37x2. Jesús, como maestro, devuelve la pregunta como un modo de guiar al experto en lo que él ya sabe, y lo lleva a las Escrituras. Es decir, Jesús piensa que, para responder a esta buena pregunta, no hay otro lugar al cual ir que a la misma Escritura.

Pero no resulta fácil, para ello conlleva 2 preguntas fundamentales. 1. ¿Qué está escrito en la ley? En otras palabras, Jesús pregunta: qué dice la Biblia. Lo escrito. Pero este saber va acompañada de otra pregunta 2. ¿Cómo lees? Que puede significar algo como “¿Cómo entiendes?” “¿Cómo interpretas?”, lo escrito. Esta doble preguntan reflejan que a toda lectura bíblica conlleva siempre su interpretación. No existe una lectura neutra de la biblia, siempre se lee interpretándola. La pregunta de fondo ya no es qué dice textualmente la biblia, ahora el trabajo es preguntarse si se interpreta correctamente esos pasajes.

A la pregunta de Jesús “qué dice la Biblia” es posible recordar el interés del reformador Martín Lutero en colocar la Biblia al lenguaje de su época, al lenguaje del pueblo. Hoy se cuenta con múltiples versiones de la Biblia como reflejo del espíritu de la Reforma y se cuenta, incluso, con versiones a los idiomas como el mam, kaqchikel, etc. ¿Hay analfabetos todavía en las iglesias? Un ministerio de enseñanza podría ser de mucha bendición para los hermanos y hermanas que no aprendieron a leer y escribir en el pasado.

Una segunda idea tiene que ver con la pregunta de: “cómo lees”, “cómo interpretas”; quizás esta le competa a los líderes y pastores. En muchas congregaciones hay hermanos y hermanas de buena fe que tienen las intenciones de enseñar o predicar, pero no han pasado por las aulas de un seminario o un instituto bíblico. En el caso del experto de la Ley, él coloca los dos pasajes en paralelo, que en el Antiguo Testamento nunca están juntos: Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18. Este experto en la ley sabe lo que responde y recibe de Jesús una aprobación: “correcto” …, haz esto y vivirás.

El hecho de que este experto vuelva a pregunta a Jesús revela la necesidad que todos tiene de algún maestro que les enseñe. Muchas veces es fundamental la ayuda de otros para saber si lo que se lee y se entiende de algún pasaje es correcto. No es posible comprender la biblia fuera de la comunidad.

¿Los pastores están preparados para explicar la Biblia? ¿Es posible acudir a ellos cuando no se entienda un pasaje? ¿Siguen actualizándose o desde que salieron de un seminario o instituto bíblico no han vuelo a leer un libro? No basta con tener buenas intenciones para predicar la Biblia, se necesitan hombres y mujeres preparados para su sana interpretación.

El compromiso con la Biblia conlleva los dos aspectos ya mencionados, pero resulta necesaria una tercera: ¿Al hacer le precede el saber?: ¿Quién es mi prójimo?

La parábola

Jesús narra la parábola que se presenta como un relato ejemplar porque al final genera una invitación a su imitación. La parábola narra la situación de un hombre que asaltan y dejan medio muerto (v.30). En eso pasan dos hombres por el mismo camino, son dos hombres que pertenecen al mundo oficial y de culto; pertenecen al mundo religioso.

El sacerdote había terminado, probablemente su servicio y regresaba a su casa. En vez de ayudar a su prójimo como el servicio a Dios, se desentiende de este mandamiento. Lo mismo ocurre con el levita, un oficial del templo. Lucas presenta a ambos hombres sin excusa ya que ambos “vieron” (v.31 y v.32) y ambos pasaron sin detenerse, cerraron los ojos.

Los dos hombres se encuentran ausente con el herido, están atados a sus ritos en lugar de encarnar la ley, en lugar de encarnar las Escrituras.

En eso pasa, también, un samaritano; al igual que los dos hombres de religión, ve al herido (v.33), pero a diferencia de sus predecesores, este hombre se deja tocar por la realidad. Fue movido a misericordia (v. 33), le conmueven sus entrañas. El samaritano se acerca al herido y sufre con él e intenta aliviar sus dolores.

Mientras el Sacerdote y el Levita solo pasaron, este samaritano dice que “volverá a pasar” (v.35). El compromiso del samaritano es tan profundo que no abandona al herido, si no lo sigue ayudando. El compromiso del samaritano representa a todos los creyentes que desean leer, comprender y encarnas las Escrituras.

El desenlace

Jesús invierte la pregunta que inicialmente provenía del experto de la ley. “¿Quién es mi prójimo?” Pasa ahora como: “¿Quién de estos tres te pareció que fue el prójimo?” (v. 36). Jesús ha re-interpretado las Escrituras más allá de la interpretación clásica del prójimo. Los pasajes del Antiguo Testamento (más bien) dicen que “uno es el que debe mostrarse prójimo”. La ley es activa, no pasiva. Yo debo amar, yo debo curar, yo debo salir al encuentro como ayuda… yo soy el prójimo del otro.

Solo entendiendo esta nueva manera de la ley, de encarnar la palabra de Dios, Jesús puede decir al experto: “ve y haz tú lo mismo” (v. 37). Al hacerme prójimo del otro cumplo la ley, es decir, cumplo con la voluntad de Dios. No basta repetir perezosamente la Biblia, hay que interpretarla y no basta con interpretarla, hay que dejarla encarnar entre nosotros. Si esto es correcto, entonces ¡Vamos y hagamos lo mismo!

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