Leer, comprender y encarnar las Escrituras
No basta con tener buenas intenciones para predicar la Biblia, se necesitan hombres y mujeres preparados para su sana interpretación.
No basta con tener buenas intenciones para predicar la Biblia, se necesitan hombres y mujeres preparados para su sana interpretación.
Fe y humildad permite al lector creyente no imponer el significado al texto, sino explorar lo suficiente el sentido del texto y dejarse interpelar, enseñar y corregir por el mismo.
La Biblia no sería la Palabra de Dios dirigida al ser humano, si ella careciese de capacidad, poder y autoridad moral para penetrar en el corazón y hablar al contexto social de este ser.
La hermenéutica del texto culmina en la comunión con Cristo; la comunión con Cristo reaviva la lectura del texto. La pedagogía eucarística no solo acentúa la necesaria comunión con Cristo, sino la necesaria responsabilidad del creyente con la lectura del texto bíblico.
Según la fe correcta recibida, esta inspiración no anuló la personalidad, vocabulario, estilo y cultura de los escritores al poner por escrito la revelación. De ahí que la Biblia no sea un producto de la engañosa imaginación humana, ni esté desencarnada del contexto histórico y cultural en que fue compuesta, ni esté libre, por lo tanto, del trabajo editorial y de investigación de sus escritores.
El Espíritu Santo nos guía por medio del estudio fiel de las Escrituras y el análisis comunitario de la fe. Cierto, para eso no se necesita un doctorado en hermenéutica, pero sí se necesita la disciplina de escudriñar el texto. El Espíritu Santo no es elitista, pero tampoco es antintelectual.