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Aspecto divino y
humano de las Escrituras

Así como en Cristo, el Dios-hombre y plena revelación de Dios, la naturaleza tanto divina como humana están unidas inseparablemente, así también en las Sagradas Escrituras lo están la naturaleza divina y la humana. Reflexionaremos a vuelo de pájaro sobre ambos aspectos, conforme a lo confesado por la iglesia apostólica. Tengo en mente algunos de los cuestionamientos que la crítica perversa posmoderna ha venido lanzando contra la fe apostólica sobre estos aspectos e incluso sobre el lenguaje.

Aspecto divino

El aspecto divino tiene que ver, básicamente, con un hecho fundamental del cual le deviene su autoridad e infalibilidad, aunque nuestra mente no lo pueda comprender ni explicar a cabalidad: su inspiración por el Espíritu Santo (2 Ti 3:16-17; 2 P 1:21). Las palabras de Dios, expresadas en palabras humanas, se adaptaron al lenguaje humano, impregnando a todas las Escrituras de esta santa palabra.

Según la fe correcta recibida, esta inspiración no anuló la personalidad, vocabulario, estilo y cultura de los escritores al poner por escrito la revelación. De ahí que la Biblia no sea un producto de la engañosa imaginación humana, ni esté desencarnada del contexto histórico y cultural en que fue compuesta, ni esté libre, por lo tanto, del trabajo editorial y de investigación de sus escritores (Lc 1:1-4). Sin embargo, esta afirmación no significa inspiración limitada de las Escrituras, ni implica que ella contenga errores históricos y doctrinales ni negación escéptica de su inspiración verbal y total.

Aspecto humano

El aspecto humano fundamental de las Escrituras es que la divina palabra de Dios nos fue y nos es transmitida en el lenguaje humano. Este lenguaje es el de los diferentes escritores que Dios habría de escoger para que compusieran los textos sagrados y registraran así por escrito su mensaje. De ahí que, como correctamente se ha afirmado, para comunicarse, la palabra de Dios se abrió y se abre camino a través de los condicionamientos psicológicos de los diferentes escritores. Cada uno de ellos usaría una gran variedad de formas literarias, a fin de comunicar de manera confiable la verdad divina. Esta es la razón por la cual las Escrituras pueden estudiarse mediante un uso cuidadoso de las ciencias humanas, particularmente de la sociología y la antropología, en tanto estas contribuyen a una comprensión mejor de los textos.

El aspecto divino y humano en la interpretación

Al interpretar las Escrituras, la iglesia tendrá presente los dos aspectos mencionados. El descuido de su dimensión humana podría conducir, por ejemplo, a una interpretación literal excesiva que descuida el lenguaje figurado y algún sentido espiritual de los textos. También puede conducir a la idea de que el contenido de los textos bíblicos se pueda aplicar directamente al mundo contemporáneo, sin que medie una contextualización inteligente de ese contenido.

Y el descuido de su dimensión divina podría conducir no solo a reducir las Escrituras a una mera obra literaria histórica, sino también a efectuar un trabajo de interpretación negligente o crítico e ideológico perverso. Ambas dimensiones exigen una interpretación diligente de las Escrituras, pero respetuosa de su estatus de palabra de Dios y de lo que sus autores humanos inspirados quisieron comunicar a sus primeros destinatarios, no de lo que el intérprete quiere hacerle decir con intereses creados.

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