En compañía del crucificado resucitado
La victoria de Cristo en el Getsemaní y en la cruz muestran en la resurrección el realce total y el poder victorioso sobre los poderes de este mundo.
La victoria de Cristo en el Getsemaní y en la cruz muestran en la resurrección el realce total y el poder victorioso sobre los poderes de este mundo.
Jesús enseña a sus discípulos a ver el mundo como una gran oportunidad y, allí donde haya una oportunidad, hay esperanza.
Nuestras creencias van más allá de un cuerpo clavado en una cruz, un símbolo de tragedia. Nuestra fe hace nido en una tumba vacía, un símbolo de asombro, certeza y de alegría. La tumba no pudo retener a Cristo. Ese lugar quedó vacío y nos trajo la esperanza que toda tragedia que vivimos será convertida en gozo.
Cuando pensamos “Jesús vive”, ¿qué sentimos y pensamos? Cuando pensamos “Jesús vive”, ¿acaso desbordamos de amor hacia el Padre? Cuando pensamos “Jesús vive”, ¿acaso desbordamos de amor hacia el prójimo? Cuando pensamos “Jesús vive”, ¿acaso arde nuestro corazón?
En esta ocasión Gonzalo Chamorro junto a Josué Estrada y Miguel Reyes conversan sobre la declaración de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida». Este episodio es parte de la serie: Juan: el evangelio.
Te invitamos a contestar la pregunta del día: ¿Es la muerte el fin de todas las cosas?
La humanidad acostumbrada al dolor y a la desesperanza pone sus ojos en la tumba. El cuerpo de Jesucristo, pasivo, descansa en paz. “¡Ahí está, oh muerte, tu victoria!”, exclaman algunos. El futuro sigue siendo gris, pero de una manera sorprendente algo pasa tras el escenario, donde los espectadores puede que no vean lo que realmente sucede. El escenario principal no es donde ellos creen. El final de la escena no está en la tumba, porque la tumba está vacía.
Las muchas referencias en las epístolas del NT sobre la muerte, la resurrección corporal, la esperanza de un futuro glorioso (1 Co 15:35-44; 2 Co 4:14; 13:4; 1 Ts 4:16) apuntan a darle un tratamiento especial a nuestros muertos que mueren como creyentes.
Jesús ha triunfado. Él ha vencido a la muerte y, por lo tanto, esta ya no tiene poder sobre nosotros tampoco. Es por eso que podemos decir confiadamente que nuestro hermano “duerme” y que un día resucitará así como Jesús.