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Esperanza escatológica y carácter cristiano

Miramos fijamente hacia la oscuridad, donde parece que los rayos de luz no llegan, o donde las tinieblas absorben toda clase de esperanza. En Inglaterra, en el siglo XVII, nos encontrábamos a niños abandonados en las calles, una sociedad y una iglesia atrapadas por el alcohol y la promiscuidad. Analfabetismo y desigualdad social extrema. Se dice que en esa época se llegaba a ver personas manteniendo relaciones sexuales en las calles como si fuese algo del día a día.

La iglesia parecía apagada a causa del pecado y los políticos y gobernantes estaban manchados por la corrupción y deseo de poder. Sexo, dinero y poder, los dioses que gobernaban la Inglaterra del s. XVII. Es en estos contextos donde uno puede mirar y preguntarse “¿dónde estaba la esperanza?”

El gran despertar

Dos jóvenes predicadores, decidieron salir a las oscuras calles a dar un poco de luz. Wesley y Whitefield. Jóvenes unidos por el Evangelio a pesar de sus diferencias teológicas. John Wesley, cuando llegó a Newcastle upon Tyne, dijo:

Estaba sorprendido; tanta embriaguez, maldiciones y palabrotas (incluso de la boca de los más pequeños) que nunca recuerdo haber visto y escuchado en tan poco tiempo. Ciertamente este lugar está listo para Aquel que no vino a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.[1]

Ante tal grado de oscuridad, la respuesta de los predicadores no fue contemplar un mundo alejado de Dios o simplemente decir: “Las cosas van de mal en peor”, “llegará el día que algunos llamarán al mal bien y al bien mal”, etc.

Sin lugar a duda, podrían haberlo pensado, pero no influenció en su respuesta práctica con el mundo. Aceptaron el rechazo, insultos y agresiones de algunos de sus oyentes, pero nunca se rindieron. Predicaron el Evangelio de salvación, vivieron la religión pura y sin mácula. Fijaron su mirada en la esperanza escatológica presente: Jesús. No se dejaron llevar por narrativas escatológicas humanas, sino que confiaron en el poder del Espíritu Santo y se involucraron personalmente con aquellos que vivían en la oscuridad, justo y exactamente lo que hizo Jesús en la tierra. De esta manera comenzó un gran avivamiento que aún hace eco en la historia: El Gran Despertar.

La esperanza activa

No somos salvados de esta tierra como tal, Dios irrumpe en la historia para vivificarla por medio de la predicación del Evangelio. La cruz y resurrección de Jesús no sólo son un símbolo de esperanza futuro, sino la razón por la cual tenemos esperanza hoy y por los siglos de los siglos.

Como cristianos, nuestro mensaje escatológico no debería ser la adopción de una espera pasiva a algo mejor. Más bien, una lucha presente por la justicia de los perdidos, por la gloria de Dios. No un anuncio terrorífico del fin del mundo, sino el anuncio de que Dios ha entrado en el mundo para restaurar todas las cosas, siendo, a su vez, no solo voceros, sino agentes de su gracia para con otros.

No es posible resolver todos los debates escatológicos, pero sí es posible que nuestra visión del futuro se entremezcle con el amor a Dios y el amor al prójimo. La esperanza debe ser una virtud que practiquemos y no solo teoricemos.

Jesús enseña a sus discípulos a ver el mundo como una gran oportunidad y, allí donde haya una oportunidad, hay esperanza.

al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.  Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos.  Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. (Mt 9:36-38; énfasis agregado)

 Al final de Mateo, cuando Jesús encomienda a la Iglesia a alcanzar a las naciones, comenzaron a aparecer obreros que vieron al mundo con compasión. No vieron al mundo como si este fuese un barco hundiéndose, sino como personas profundamente perdidas. No vieron el pecado del mundo, como algo irreparable, sino con esperanza en que, en Jesús, se halla la restauración. Vieron al mundo como un rebaño de ovejas perdidas que simplemente no han conocido al Buen Pastor (Jn 10).

Que la esperanza manifestada en la narración bíblica recobre vida en las iglesias y en el quehacer diario de los creyentes.


[1] The Journal of Rev. John Wesley, Standar, vol.3, 13.

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