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La familia y los negocios: las relaciones entre el amor y el dinero

Cuando se habla de la sucesión de responsabilidad en el manejo de las empresas familiares las estadísticas a nivel general revelan que tres de cada diez compañías logran desarrollarse en una segunda generación y, de estas tres, solo una llega a la tercera.

Es interesante hacer notar que aunque el socio fundador invierta esfuerzo mental y físico en desarrollar y ejecutar la idea del negocio, se ha observado, por otro lado, que en ese proceso uno de los elementos más relevantes en la sucesión de responsabilidades a los familiares que han de venir resulta ser, indudablemente, la formación del carácter reflejado en el desarrollo del emprendimiento.

El presente artículo analizará brevemente a la luz de las Escrituras la importancia de la ética como fundamento del negocio y el sentido de responsabilidad que las siguientes generaciones han de adquirir para el buen manejo del mismo.

La importancia de la ética como fundamento del negocio familiar

Los registros anteriormente mencionados indican que nueve prometedoras empresas iniciadas por dueños perseverantes, desaparecen a causa de la incapacidad moral de los herederos de continuar con el negocio familiar.

Ante esta premisa, se considera que resulta indispensable y no negociable para el fundador, invertir tiempo y ser intencional en transmitir y modelar principios éticos-cristianos dirigidos a sus respectivos sucesores para el fortalecimiento de cualquier negocio, en especial el familiar.

Para Gerald Nyenhuis, el punto de partida de todo razonamiento cristiano, incluyendo el pensamiento ético, tiene que ser la revelación de Dios, y los problemas que tenemos como cristianos o emprendedores de proyectos familiares deben ser resueltos a partir de ese fundamento bíblico.[1]

Para cumplir con ese cometido, es necesario recordar que, en el libro de Deuteronomio capítulo seis se establece una guía de carácter moral para poseer la tierra heredada y perpetuar el legado familiar. Dichos estatutos son necesarios transmitirlos, como las mismas Escrituras lo indican, de generación en generación (Dt. 6:6-9).

Tomando en cuenta lo anterior y aplicándolo al fundador de una determinada empresa, resulta esencial que la cultura organizacional hunda sus raíces éticas en la Palabra de Dios, ya que esto creará un ambiente familiar-laboral basado en el valor de la confianza y la rectitud.

 Además, no se puede obviar que la dimensión ética tiene como propósito buscar el bien común de todos los que intervienen en la cadena de valor, tanto empleador como empleados, así como la sociedad de consumo en general y no solo los intereses personales de los herederos de la compañía.

Y de esa manera, un sucesor confiable y eficiente será, como la Biblia lo describe en Proverbios 25:13: “frescura de nieve en día de verano”. Es decir, una persona a quien se puede delegar responsabilidades porque tienen una motivación moral diferente a los individuos promedio que enfocan sus esfuerzos en poseer solo fortuna y poder.

Conclusión

Por todo lo anteriormente expresado, resulta de suma importancia que el precursor de un emprendimiento o negocio eduque a personas (en este caso familiares) de alta calidad que estén dispuestas a ser probadas para permanecer firmes en sus valores morales y espirituales que constituye el fundamento último de su sentido de responsabilidad.

Esta acción afianzará a la compañía y se tendrá múltiples posibilidades de no solo sobrevivir sino más bien desarrollarse por las siguientes generaciones de hombres y mujeres altamente cualificados.

Construir un buen nombre y, no menos un buen legado, que imite a Jesús, a quien el Padre envió porque sabía que podía confiar en Él, es la tarea principal de quien anhela formar herederos íntegros que no solo generan empleo o riqueza sino más bien ponen en alto la virtudes que definen a un hombre o una mujer de bien.

No se olvide, estimado lector, que muchas veces puede tomar décadas construir un negocio, pero solo una generación para que lo eche todo a perder.

El desafío es grande y presentará todo tipo de experiencias, positivas y negativas. Nada esta garantizado, pero lo que sí se puede atestiguar es la paz que viene por haber hecho lo correcto ante los ojos del Creador y de los herederos por venir.

Por todo ello, no olvidemos las palabras de Moisés a una generación diferente de la que salió de Egipto y que está a punto de entrar a la tierra prometida:

Esos son los mandatos, los decretos y las ordenanzas que el Señor tu Dios me encargó que te enseñara. Obedécelos cuando llegues a la tierra donde estás a punto de entrar y que vas a poseer. Tú, tus hijos y tus nietos teman al Señor su Dios durante toda la vida. Si obedeces todos los decretos y los mandatos del Señor, disfrutarás de una larga vida. (Dt. 6:1-2)


[1] Gerald Nyenhuis, Ética cristiana: un enfoque bíblico-teológico (Miami: Editorial Unilit, 2003), 9.

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