Muchos aspectos de la sociedad han sido afectados por la pandemia del COVID-19. Ya hemos escrito sobre varios de ellos (iglesia, educación, tecnología, cultura, ministerios cristianos, estrés y otros), pero hay uno aspecto en particular que merece nuestra atención. Se trata de la niñez. ¿Cómo les afecta a nuestros niños esta pandemia? Hay voces que están tratando el tema desde varios ángulos y perspectivas. No quiero ser repetitivo, así que me enfocaré en algunos asuntos que considero importantes desde la perspectiva cristiana y del desarrollo humano.
¿Está afectando la pandemia el desarrollo natural e integral de nuestros niños? Yo pienso que sí. ¿Cómo les afecta? Muchos se enfocan en los estudios formales que han sido trastornados de tal manera que los niños corren el riesgo de atrasarse en su aprendizaje de cuestiones básicas de la escuela. Eso es cierto, pero también hay otras cosas que son igual o más importantes. Por ejemplo, ¿cómo nos aseguramos de que los niños van adquiriendo las habilidades relacionales necesarias para funcionar en el mundo “real”? ¿No están demasiado aislados ahora por causa de la pandemia como para desarrollar esas habilidades? Los juegos infantiles en la escuela, en la iglesia, en el barrio, en la “cuadra”, en el condominio, en la colonia o dentro de la familia extendida son medios naturales para adquirir esas habilidades, pero ahora no están disponibles. ¿Qué hacemos? Otro ejemplo son los valores y las actitudes que se aprenden en casa, pero que se ponen a prueba cuando estamos con otras personas y en circunstancias y lugares públicos. ¿Hay enseñanzas de la historia y de la Biblia que nos puedan ayudar?
Un poco de historia
Desde la antigüedad la formación y el desarrollo de los niños se ha dado en el contexto de la familia y la comunidad. La educación formal en escuelas afuera de esos ámbitos es muy reciente en la historia de la humanidad. El énfasis en la educación de los niños a lo largo de la historia ha sido la formación del carácter. Se buscaba el desarrollo de buenas personas, buenos ciudadanos, en fin, personas sabias, entendiendo la sabiduría como saber vivir. Se trataba de una educación para la vida.
Con el aparecimiento del cristianismo la formación de los niños incluyó los valores cristianos y el saber vivir la vida cristiana. Esto se hacía en el contexto de la familia extendida y la comunidad. En la Edad Media, cuando surgen las escuelas en las iglesias, algunos niños y adolescentes eran destinados al sacerdocio y ellos sí se educaban más formalmente en esas escuelas, pero mantenían el vínculo con la familia y la comunidad. Las familias con más recursos económicos contrataban maestros privados para enseñar a sus niños las ciencias y las letras, pero la formación del carácter seguía en manos de la familia y la comunidad.
La Reforma Protestante del siglo XVI hizo grandes cambios en la educación a nivel local, regional y nacional. Las escuelas se establecieron más formalmente en todas las comunidades y las autoridades locales eran las responsables de administrarlas y desarrollarlas. La iglesia tenía una participación muy activa y directa con la enseñanza de las Escrituras y los valores cristianos y esto lo hacían por medio de maestros voluntarios que, muchas veces eran los mismos padres de familia. El desarrollo de los niños en la época posterior se dividió con la parte científica en la escuela y la parte de formación de carácter en la iglesia, en las familias y en la comunidad.
Después de la Revolución Francesa en el siglo XVIII la escuela se fue distanciando de la iglesia y quedó en manos de los gobiernos con lo que se estableció el sistema gubernamental de educación cuyo énfasis estaba en la transmisión de los conocimientos científicos y no tanto en la formación del carácter. Sin embargo, las familias y las comunidades siguieron siendo el lugar y espacio para esta formación. Cuando las iglesias empezaron a fundar escuelas y colegios cristianos la idea era recuperar el papel formador de la iglesia dentro del sistema educativo y así los colegios evangélicos han servido no solamente para dar formación científica, sino también moral y espiritual.
La pandemia ha venido a alterar todo este sistema. La formación científica se sigue dando con muchas limitaciones y muchos temen que los niños no aprenderán todo lo que debieran, pero lo más lamentable es que los niños no están siendo formados en su carácter que muchas veces se prueba en la socialización con otros que la escuela provee.
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