El mundo ha comenzado a girar de una manera inesperada y repentina. Ciertamente de una forma tal a la que ninguno estaba acostumbrado. De hecho, está comenzando a cambiar de una forma tan drástica que ya se ven cambios significativos en muchas áreas de la sociedad. Al mismo tiempo el Gobierno, las empresas y las iglesias deberán hacer modificaciones para ser más eficientes. Incluso las relaciones personales están sufriendo un reboot para comenzar de nuevo.
El ser humano siempre ha necesitado algo así —por más insensible que suene— para recuperar el camino perdido y, sobre todo, para salir de su zona de confort. Es claro que Dios no disfruta nuestro sufrimiento, sin embargo, sí se goza pensando en los beneficios que este nos traerá. «Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza» (Jer 29:11 NVI).
En estos días de pandemia, llenos de efectos colaterales y de información trágica que transmiten los medios de comunicación, lo que menos encontramos en medio de nosotros es gozo y alegría. De hecho, en ciertos círculos parece que el estar alegre es una falta de respeto; sonreír, hacer una broma o sacar una buena carcajada sería casi un pecado. Sin embargo, la Bibia nos anima a sentirnos gozosos cuando pasemos por pruebas o dificultades, sabiendo que la prueba de nuestra fe produce paciencia (Stg 1:2-3).
Muchas veces el objetivo de las pruebas es sacar lo mejor o lo peor de nosotros, y resultan ser un excelente termómetro para saber cómo estamos realmente en la actualidad. Algunos tienden a sacar sus frustraciones y amarguras, hiriendo, muchas veces, a la gente más cercana y querida.
Cuando la Biblia menciona que estemos gozosos, debemos tener mucho cuidado con el mensaje antibíblico positivista que se ha estado metiendo en la iglesia. Dicho mensaje solamente intenta vender imagen y llenar los templos. El mensaje positivista de «todo va a estar bien» busca endulzar el oído de mucha gente e intenta ofrecer una vida placentera sin sufrimiento. «Nada te pasará, nadie te tocará, ninguna enfermedad te hará daño, las deudas desaparecerán», predican sus expositores. Sin embargo, el mensaje que puntualmente Jesucristo dijo fue: «En el mundo tendréis aflicción…» (Jn 16:33 RV60). ¿Notan la diferencia?
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