El teólogo y pastor Juan Stam acaba de fallecer. No hay duda alguna de que el pensamiento evangélico latinoamericano se queda sin una de sus voces más importantes en la actualidad. Las reflexiones proféticas (en el sentido bíblico del término), bíblicas, escatológicas y pastorales del Dr. Stam ya no estarán con nosotros. Sin embargo, su voz, a través de sus múltiples escritos, seguirá resonando en medio de la iglesia latinoamericana.
Aunque de familia holandesa —a él no le gustaba decir que era «gringo», según nos cuenta Alberto F. Roldán—, Juan Stam nos enseñó a muchos latinoamericanos a reflexionar teológicamente desde América Latina. Muestra de ello es su comentario al libro de Apocalipsis, el cual ha descrito René Padilla como «el comentario más completo en cualquier idioma sobre el último libro del Nuevo Testamento». Dicho comentario no solo profundiza y desentraña los «misteriosos» símbolos apocalípticos, sino que los articula con la realidad de nuestros países presentando un mensaje profético y esperanzador para América Latina. Pero la labor del Dr. Stam no solo se redujo al ostracismo intelectual, sino que era un pensador entregado a la iglesia, era alguien que se interesaba por ayudar al prójimo. Ante cualquier título académico, él era el hermano Juan, aunque tenía varios apodos: el Quijote de la moto, la pulga teológica o el misionero hippie.
Yo no pude conocer personalmente al Dr. Stam, pero desde que empecé a leer sus libros y artículos no dejé de escribirle correos haciéndole todo tipo de preguntas y consultas. No olvido su primera respuesta a uno de mis correos, la cual refleja su paciencia y humildad. Yo escribí sin la ilusión de que contestara, después de todo, hay muchos escritores y teólogos que no tienen tiempo para atender a todos los curiosos. Pero eso no sucedió con el Dr. Stam, quien respondió al día siguiente: «Un cordial saludo, hermano Josué. Será un placer seguir comunicado contigo y conversar sobre tus inquietudes, sobre todo relacionadas con el Apocalipsis y la profecía. En otros campos no soy experto, pero podemos conversar…». Recuerdo haber leído que su misión no era tanto la conversión de católicos en protestantes, sino la conversión de fundamentalistas a evangélicos. Quizás esa fue la razón por la cual me respondió tan rápido y por la que siempre me envió muchos escritos. Gracias, Dr. Stam, por su labor. Muchos debemos esa conversión a usted.
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