¡Qué maravilloso es saber que hay alguien interesado en nosotros! Alguien quien con un amor sin límites e incomprensible dio a su propio hijo en redención por nosotros. Por supuesto que este gran y único evento no podía ser algo simple, normal o natural. Nuestro Dios es sobrenatural y hace cosas espectaculares y especiales. Estamos hablando de un Dios que con solo hablar creó todo lo que existe. Su nombre es «Yo soy».
El hombre no fue capaz de cumplir la ley de Dios, aunque esta fue escrita para su protección y conveniencia. No pudo con eso. Pero Dios no nos dejó solos, ya que su favor nos alcanzó por medio de la gracia divina; gracia tan grande que alcanza, basta y sobra para todo aquel que se atreve a buscar a Dios (Hebreos 4:16).
Esta es la parte bella y amigable para nosotros, el relato de la salvación. Sin embargo, con esta nueva salvación producida por Jesucristo, Hijo de Dios y cordero perfecto, también vino un nuevo gobierno. Esta parte es la más rechazada, la cual, a veces, se quiere eliminar.
Cuando Herodes se enteró de que el Mesías vendría a redimir a su pueblo no tuvo reacción alguna. Fue hasta que entendió que este Mesías traía un nuevo reino y gobierno que tomó una actitud aberrante, enviando a matar a todos los niños varones menores de dos años nacidos en Belén. Herodes no estaba dispuesto ni a ceder su poder ni a compartir su gobierno.
Hemos recibido y abrazado la parte amigable, amable, tierna y amorosa de la historia de la salvación: la historia del único y hermoso sacrificio ofrecido en la cruenta cruz para darnos la gracia redentora. Sin embargo, la otra parte de esta misma historia, la del gobierno y reinado, no es atractiva y a menudo es rechazada categóricamente.
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