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Ella escogió la mejor parte

Los pequeños pasitos de una niña llena de entusiasmo y curiosidad, aunque con cierto temor, decidía avanzar entre las ramas mientras la nieve crujía bajo sus pies mirando una luz que atrajo su atención. Esta es la escena que describe a Lucy al cruzar por ese antiguo ropero de madera para encontrarse con un mundo inimaginable en las crónicas de Narnia, que por cierto cuando ella relató lo que le había sucedido sus hermanos no le creyeron del todo por ser una niña pequeña. Esta misma escena es la que describe la experiencia que recuerdo cuando por primera vez entré al aula virtual en la que comencé una aventura inimaginable para descubrir aquellos enormes campos cubiertos de belleza y esplendor ante los cuales tomaba sentido todo aquello que desde mi niñez había quedado sembrado en mi mente y en mi corazón.

Aquel momento no podía esperar más, el ferviente anhelo había estado latente por años y muchas de mis dudas se habrían de aclarar, una oportunidad inolvidable y llena de significado llegó a mi vida, poder aprender, crecer, afirmar mi identidad y los propósitos de Dios para el llamado que en algún momento recibí para servirle.

Fue el inicio de una aventura desafiante y transformadora, el comienzo de mis estudios teológicos formales fueron como los pequeños pasos de esa niña llena de entusiasmo y curiosidad, me inundaba además el temor del desafío que tendría por delante, aunado a una crisis de pensamientos que me hacían dudar del llamado que había recibido por parte de Dios a causa de las voces que decían que las mujeres no debían prepararse lo suficiente en cuestiones bíblicas para no ser tentadas en opacar a los lideres de la iglesia.

Así fue el proceso por el cual mi mente fue iluminada con la inmensidad de la grandeza de Dios en su carácter al conocer más de su palabra, me permitió conocer más acerca de quién es Él y de quién soy, de tal forma que se abrió ante mis ojos una ventana de posibilidades nunca exploradas, ni siquiera soñadas, aquellas interrogantes que enfrentaba fueron teniendo respuestas.

Para mi sorpresa yo no era la única que tenía estas incógnitas, ciertamente algunos círculos evangélicos han preferido ni siquiera abordar el tema, pero al respecto de esto creo que una gran parte del cuerpo de Cristo corre el riesgo de perder una oportunidad de experimentar el poder de la unidad y de los dones que el Señor da a través de su multiforme gracia y sabiduría a su iglesia.

En esta nueva aventura de aprendizaje, una ocasión me encontré nuevamente con el pasaje de Lucas 10:42 en el que Jesús expresa que María escogió la mejor parte. Honestamente yo había escuchado esa historia múltiples veces, pero no considere las dimensiones de esta afirmación de Jesús.

El hambre que María muestra por escuchar atentamente a Jesús transmite en medio de la historia la perspectiva del corazón de Dios con respecto a que las mujeres aprendan de Él y le conozcan, y a que sus vidas se convertirán en el reflejo del Evangelio. A veces pensamos que la teología es para ser enseñada en un aula académica, pero para mi sorpresa he descubierto maravillosas mujeres que enseñan teología fuera de las aulas, son mujeres comunes: ancianas, madres, esposas, viudas, tías, amigas, jóvenes solteras y de diferentes esferas de la vida cuya herencia no se encuentra en páginas de libros detallados, pero se entreteje en las historias de la cotidianeidad.

Tal es el caso al que hace referencia Justo L. Gonzáles en su Historia del pensamiento cristiano dónde menciona que muchos de los escritos de los padres de la iglesia fueron enseñanzas trasmitidas por algunas de sus madres y hermanas.[1] De la misma manera Timoteo quién abrazó la fe de su abuela y su madre; el día de hoy la iglesia necesita escuchar las enseñanzas de mujeres que han conocido de forma vibrante el carácter de Jesús y la verdad de las Escrituras.

Cuando recordamos el relato de la creación podemos observar que Dios dio propósito a todo aquello que había creado y que era bueno en gran manera, sin embargo, Dios mismo manifiesta una necesidad para el ser humano: “no es bueno que el hombre este solo, le haré ayuda idónea”. Esta es la primera definición de aquella criatura que Dios habría de formar. Algunas veces corremos el riesgo de pensar conforme a una mentalidad occidental de nuestros días, en la que comúnmente se comete el error de tomar a la ligera el termino ayuda.

Parte de mi nuevo aprendizaje fue comprender que la palabra “ayuda” que se usa para definir a la mujer en Genesis 2:18 se repite veintiún veces en el AT, de las cuales dieciséis se refieren al carácter de Dios mismo como nuestro ayudador, y el resto se refiere a una ayuda militar, además del atributo de la mujer. Por lo tanto, Dios no estaba creando un ser de segunda categoría o alguien que completaría lo que había dejado inconcluso en su creación; cada uno estaba completo y era único en el diseño con el propósito para el cual fue creado, para la tarea desafiante de fructificar, sojuzgar y gobernar.

Considerar esta profunda verdad nos permite entender que la presentación de la mujer es comunicada por Dios a través de un atributo de Él mismo como alguien que iba a realizar una contribución llena de significado en la labor que ambos, hombre y mujer, estarían llamados a hacer. No obstante, resulta doloroso ver que después de la caída, muchas mujeres tratan de experimentar un sentido de independencia soberana aparentemente exitosa y sumamente ocupada que las lleva a fatigarse, afectando su vida física, emocional y espiritual, esto dista demasiado del propósito del diseño en la creación de la mujer. Este impacto no resulta ajeno a la cultura de México, mi país de origen, en el que las mujeres han preferido elegir una vida en la que abrazan con sutileza un sentido de identidad encontrando oportunidades para su preparación en diferentes áreas sociales y profesionales aunado aquellas cosas pasajeras como si la corriente de moda en vivir demasiado ocupadas pasa por alto que contribuye a un proceso que resulta devastador, en contraste han desviado su atención y su mirada de aquel que les dio propósito y vida.

Desde el principio, la mujer fue portadora de la imagen y el carácter de Dios, al igual que el hombre, la prioridad era reflejar en este mundo la gloria de Dios en todas las esferas de la vida humana, para que de esta manera fueran capaces de ejercer el mandato de fructificar, gobernar y sojuzgar. Por lo tanto, lo más importante que una mujer aporta en esta tierra, no es su belleza, su feminidad, o su capacidad de tener hijos o hacer las labores del hogar, sino su comprensión y praxis de lo que significa ser imagen y semejanza de Dios.

Cuando la mujer pone sus ojos fijos para escuchar atentamente las palabras de Jesús como lo hizo María, florecerá y dará fruto que glorifique a Dios, irradiará esperanza y valor en los momentos de mayor obscuridad y quebranto. De manera personal pude experimentar hace cuatro meses en el hospital donde compartí con mis primas los últimos momentos de una maravillosa mujer que modeló, que significa lo que Jesús dijo: “ella escogió la mejor parte”. Aun en un momento de profundo dolor pude experimentar a través del testimonio de mi tía que hay tesoros en la iglesia de Dios a través de la sabiduría y la teología que encontramos en el corazón de muchas mujeres ancianas que no solo benefician a las más jóvenes sino a la iglesia en general.

La profesora Miriam Adeney en su libro Hijas del Islam concluye: “las mujeres reciben incluso una afirmación más profunda cuando Dios se hace personal en Jesús… Él ánimo a las mujeres a que aprendieran de él al igual que sus discípulos… se involucró en un diálogo teológico con ellas. Jesús animó tanto a hombres como a mujeres a crecer en su fe”. [2] Escojamos la mejor parte.


[1] Justo L. González, Historia abreviada del pensamiento cristiano (Barcelona: Clie, 2016), 126.

[2] Miriam Adeney, Hijas del Islam (Bogotá: Centros de Literatura Cristiana, 2005), 80.

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