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Un futuro que marca nuestro presente: reflexiones desde Mt 24:43-44

El llamado a estar preparados presente en Mt 24:44 refiere la urgencia y la necesidad que tiene la iglesia de mostrar una conducta distinta. Jesús invita a la comunidad cristiana a un cambio de perspectiva, de actitud y de forma de vida al fijar los ojos en su regreso. Como bien refieren Massimo Grilli y Cordula Langner: «[L]a inminente venida del hijo del Hombre debe guiar la conducta de las personas, la mirada al futuro debe orientar sus acciones en la actualidad».[1] La esperanza futura que tiene el cristianismo en que el Emanuel regrese reorienta su presente. El llamado a estar preparados incita a evitar el conformismo y la indiferencia ante las realidades del mundo. Si el padre de familia supiese a qué hora viene el ladrón, estaría preparado para defender su hogar. La exhortación a los discípulos es a ser como ese padre que no se conforma ni es indiferente al saber que pronto será atacado.

La comunidad cristiana es empujada a actuar: «[L]a iglesia se hace oír más auténticamente por el mundo no cuando hace sus pequeñas y vergonzosas componendas prudenciales, sino cuando se niega a hacerlas; no cuando se ha vuelto indiferenciada al mundo, sino cuando su luz distintiva brilla más fulgurantemente».[2] Entonces, el cuerpo de Cristo es llamado a vivir como si supiese cuándo viene su Señor. Las diferentes comunidades de fe son provocadas a estar despiertas, a vivir una vida preparada. La iglesia debe alejarse de toda actitud de indiferencia ante los avatares de los tiempos. Estar preparados pasa por tomar el pulso a la realidad y, con base en ello, ser la sal y la luz que Jesús ya antes ha prescrito a sus discípulos (cf. Mt 5:13-16).

Además, el estar preparados significa alimentar la expectativa de la parusía.[3] El regreso de Jesús marca el vivir, la ética y el quehacer de los discípulos. Hay que recordar que el tema escatológico es importante en la narración del Evangelio de Jesús en Mateo. La importancia escatológica no es una mera curiosidad sobre el fin como la que presentaron los discípulos (cf. Mt 24:3), sino que es el motivo por el cual vivir el presente. Para Jesús el futuro es el que marca el presente, un presente en el cual los discípulos juegan un rol activo. El antónimo de la invitación de esta parábola es pasividad, la inactividad, apatía, indolencia y, en extremo, la holgazanería de la iglesia ante su realidad. Vigilar y estar preparados es responder a «la invitación del reino en la tierra, ahora, y experimentando el comienzo de la regeneración».[4]

La iglesia tiene un rol activo cuando invoca el «venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» (Mt 6:10). El llamado de Jesús en esta parábola invita a construir puentes entre el todavía no del reino y el ya. Esos puentes se construyen solo con la vigilancia y preparación de los discípulos de Jesús. Christian Duquoc comenta: «Si los hombres se alzan para edificar un cielo en la tierra, no van contra Dios… Dios no sonríe ante nuestra miseria, sino que se alegra de que nos sublevemos contra las leyes férreas del destino, sea natural o social. Querer ver felices a los demás es una actitud evangélica».[5] Esa actitud, de ser influencia en un mundo que desfallece, está alimentada por una espera escatológica, una espera no pasiva sino activa,[6] una espera donde los valores del reino y la búsqueda de la voluntad del Padre son el motor del hacer y ser de aquellos que han decidido seguir a Jesús. La parusía no es un sueño cristiano o una utopía irrealizable de la fe, sino el aceite que mantiene encendida la llama de la vida del creyente, una llama que alumbra en un mundo de oscuridad. Pensar en el regreso de Jesús es trabajar en pro de construir los puentes entre el cielo y la tierra, es sacar la realidad del cielo, de su confinamiento, es dejar de pensar en las promesas escatológicas como un mero escape de la realidad cuando realmente es la razón de lo que somos y hacemos en el presente. En suma, al discípulo de Jesús se le invita a tener una vida recta y a cumplir su llamado y vocación.[7]

Las parábolas que continúan en la narración de Mateo desarrollan el cómo debe ser la vida vigilante y de preparación en la comunidad de fe. En cada una de ellas existe una responsabilidad ética que surge del inminente retorno de Jesús.[8] Pero esto, lo comentaremos en otra ocasión.


[1] Massimo Grilli y Cordula Langner, Comentario al evangelio de Mateo (Estella: Verbo Divino, 2011), 643.
[2] John Stott El cristiano contemporáneo: Un llamado a escuchar con los dos oídos (Grand Rapids: Nueva Creación, 1995), 25.
[3] Michael J. Wilkins, Mateo, CBANVI (Miami: Vida, 2016), 816.
[4] Ibíd.
[5]  Christian Duquoc, “¿Un cielo en la tierra?”, Concilium 143 (1979): 388.
[6] Ver lo que refiere Juan José Tamayo con respecto a la esperanza en el cielo en Juan José Tamayo-Acosta, Para comprender la escatología cristiana (Navarra: Verbo Divino, 1993), 228-29.
[7] Craig L. Blomberg, Interpreting the Parables (Downers Grove: IVP, 201200).
[8] Grant R. Osborne, Matthew, ZECNT (Grand Rapids: Zondervan, 2010), 906.

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