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Imagen de Dios

Semejanza con Dios: Reflexiones desde C. S. Lewis

Clive Staples Lewis fue un brillante pensador del s. XX, sobresaliente autor, notable académico y magnífico apologista cristiano. Dentro de las muchas cosas que señaló, C. S. Lewis creía que todo lo creado reflejaba cierta semejanza con Dios, el creador de todas las cosas. La inmensidad del espacio proyecta, de cierta manera, la grandeza y la magnificencia de Dios, sin la necesidad de que la inmensidad de aquel sea la inmensidad del Creador. De igual manera, la materia y Dios comparten la posesión de energía, sin ser equivalentes la energía física y el poder del Todopoderoso. El reino vegetal se asemeja a Dios porque tiene vida, aunque la vida biológica es solo sombra de la vida divina. En el reino animal, los insectos —además de la vida biológica— comparten la incesante actividad y creatividad de Dios. Los mamíferos, por su parte, poseen los principios del instinto afectivo, sin que este sea lo mismo que el amor que existe en el Supremo Hacedor. Estas semejanzas planteadas por C. S. Lewis se parecen, como él mismo afirmó, a la forma en que un cuadro dibujado sobre el pedazo de un papel no será nunca «igual» a un paisaje.

La imagen de Dios en el hombre (imago Dei)

Podemos estar de acuerdo o no con lo planteado por C. S. Lewis, sobre si la creación contiene símbolos o imágenes del Creador. Lo que no se puede negar es la imagen y semejanza de Dios en la creación de la humanidad según Gn 1:27: «Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó…». El hombre, que es superior a todos los animales, es más semejante a Dios que todo lo existente. La vida biológica alcanza en él su mayor nivel conocido; no solo vive, sino que también ama y razona. El ser humano refleja en forma especial la grandeza de Dios.

El rechazo humano de la imagen de Dios en otros

El maltrato o los escarnios debido a la apariencia física de los individuos niega, en gran medida, la imagen de Dios presente en cada uno. Cada vez es más común escuchar en nuestros círculos sobre el bullying, refiriéndose al acoso y abuso reiterado que sufren los escolares. Sin embargo, las burlas, el acoso y maltrato corporal, verbal y psicológico, a personas «distintas» siempre han sido parte de las diversas sociedades. La forma de organización de estas nos ha impulsado a ver a los individuos como meros miembros de un grupo o como artículos de una lista. Desde siempre nos hemos diferenciado según posiciones económicas, procedencia étnica, color de piel, talla, condiciones médicas y, en el peor de los casos, por discapacidades físicas diferentes.

Utilizar lenguaje peyorativo para referirnos a individuos que poseen características físicas diferentes a las nuestras, además de rozar en el maltrato verbal y psicológico, niega y rechaza la imagen de Dios presente en cada ser humano. Tachar a alguien de «gordo» o «raro» no solo condiciona nuestra perspectiva de la imago Dei en esa persona, sino que puede llegar a distorsionar la forma en como esta se ve delante de Dios. Mofarse por discapacidades físicas (parálisis, ceguera, etc.) nos aleja, en definitiva, del ideal de comprender que todo ser humano posee en forma especial la imagen y semejanza de Dios tal como lo afirma el Génesis y lo resalta C. S. Lewis.

En conclusión

En un mundo cada vez más inclusivo y en una sociedad que trata de reivindicarse con aquellos que ha marginado, es deber del cristiano también ser luz en estos temas. Nosotros podemos (¡debemos!) recordarle a todo aquel que ha sido objeto de burla o menosprecio que es creación de Dios y, por lo tanto, reflejo de la imagen, grandeza, amor, poder, creatividad e inmensidad del Creador. El mundo pide a gritos un trato compasivo. Quiera Dios y el mundo ver en nuestra piedad un vestigio de esa imagen y semejanza de Dios.

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