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Marta y María: La vida activa y contemplativa

¿Qué es más importante? ¿Escuchar las palabras de Jesús o servirle? ¿La escucha de la palabra de Dios o la diaconía cristiana (servicio)? En el Evangelio de Lucas encontramos la historia de dos hermanas: Marta y María. Este relato solo aparece en Lucas y, aunque es breve, es muy complejo porque nos plantea una serie de preguntas sobre el servicio, la contemplación, el rol de la mujer y la figura de Jesús mismo.

Al relato le antecede la historia del samaritano que ayudó a un hombre lastimado en el camino (Lc 10:29-37). Resulta llamativo que el evangelista Lucas hable bastante del “camino” en su evangelio. “El camino” puede simbolizar el proceso de seguimiento a Jesús, como la experiencia de los discípulos camino a Emaús (24:15, 17, 32, 35). También puede representar el camino de Jesús hacia Jerusalén, donde entregará su vida, y el camino de la vida en sentido físico y espiritual.

El visitante

El relato de Marta y María (Lc 10:38-42) inicia con la conjunción “pero”: “Pero yendo todos de camino”. Esto significa que la historia continúa lo que Lucas venía diciendo; no solo a nivel sintáctico (por la conjunción “pero”), sino también a nivel literario. En el relato anterior, el del “buen samaritano”, el maestro de la ley le dijo a Jesús que, para heredar la vida eterna, se necesita amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Así, al mandamiento “amarás a tu prójimo” corresponde la parábola del samaritano, y al mandamiento “amarás a tu Dios”, el relato de Marta y María.

Jesús “entró” en el pueblo donde vivía Marta, pero el relato pone énfasis en que llegó a la casa de ella. Nótese que la acción es de Jesús (“entró”), pero el verbo principal es el acto de Marta: “lo recibió” (v. 38). Aunque la cultura judía decía que una mujer no debía administrar sus bienes ni recibir a un huésped masculino en su casa, esta actitud representa, más bien, una apertura a Jesús mismo. Lo mismo ocurre con la hospitalidad de Lidia hacia Pablo.

En la historia judía aparece el relato de Rahab, quien recibió a los espías y los envió por otro camino (Jos 2 y 6). Ese acto de recibir expresa “hospitalidad” en toda su generosidad. El gesto de Rahab es recordado en Heb 11:31 y Stg 2:25 como un acto de “servicio” al recibir a los espías. Así que, no está mal que Marta recibiera a Jesús y a todos los discípulos que lo acompañaban. Recibir a Jesús no se reduce solo a un acto de fe intelectual, sino también a un acto de servicio.

Inmediatamente Lucas menciona a la hermana de Marta, María. No ofrece más detalles, solo dice que ella estaba “sentada a los pies del maestro”. Esa posición expresa la actitud de un “discípulo”: “escuchaba sus palabras” (v. 39). Lucas presenta la actitud atenta de María, pero ¿podía una mujer ser discípula de Jesús? ¿Podía una mujer ser una aprendiz de un maestro? En el judaísmo no era posible, aunque parece que había algunas excepciones.

Ese sería otro distintivo del evangelista Lucas. Es el que recoge más relatos de Jesús con las mujeres. No las menciona simplemente como un grupo de la multitud, sino que las toma como a los hombres, es decir, como verdaderas discípulas. Bajo esta idea se puede considerar el cuidado acerca de lo que es bueno y malo, los valores de la cultura no son los valores del evangelio. La acción de María refleja la de una discípula que sigue a Jesús.

Marta recibió a Jesús y María escucha sentada a los pies del maestro. Sin embargo, a continuación, aparece el tema o problema central del pasaje.

La dificultad

Marta muestra en casa una cierta “hiperactividad”. El término traducido como “atareada” puede significar “estar en tensión, absorbido o distraído” por el quehacer. Es posible considerar que ella estaba “quemada” por sus tareas. Algunos han visto esta actitud de Marta como negativa y la han llegado incluso a oponer a la actitud de María, como si Marta se dejara “devorar por las tareas domésticas”. Por esa razón, Marta ha sido objeto de crítica. Sin embargo, esto sería injusto, porque Marta es quien recibió a Jesús en su casa, recibió a un huésped, y no a cualquiera, sino a Jesús.

Aunque hay algo de cierto en esta interpretación, el verbo “atareada” indica que ella estaba haciendo más de lo necesario; no obstante, conviene recordar que lo hacía para servir, pues la palabra empleada es “diaconía”. El servicio de Marta es positivo, aunque la crítica cae en el exceso de sus quehaceres y los afanes.

Marta considera que su actividad constituye un servicio a Jesús, y se siente sola o abandonada por su hermana. Así que Marta se presenta ante Jesús para poner una queja pública: “¿No te importa que mi hermana me haya dejado sola?” (v. 40). Marta parece pedir ayuda en esta escena, pero Jesús no adopta una actitud de crítica, sino que realiza un diagnóstico.

El Señor no se centra en el tema del servicio ni en si Marta lo hace mal y María bien. Lo que subraya afectuosamente es la agitación de Marta: “Marta, Marta, te inquietas y te agitas” (v. 41). El servicio está bien, lo malo es la agitación, las preocupaciones que alejan del Señor, las mil actividades por hacer. Pero ¿no se preocupaba Marta del servicio a su Señor? Sí, pero incluso hay actividades que, aunque sean consideradas para el Señor, a veces pierden su sentido.

María ha escogido una parte de un todo. ¿Cuál es esa parte? La escucha de la palabra del Señor. Esta escucha no se opone al servicio, pues quizás cuando María termine de escuchar, se levantará en cualquier momento y se pondrá a servir. Si entendemos la naturaleza de a quién servimos y por qué servimos, nuestro servicio será más ligero.

Un buen ejemplo es, precisamente, la parábola del samaritano. El sacerdote y el levita sabían de la ley, pero no la practicaban; servían a Dios en el templo, pero eran ajenos a la realidad. El samaritano, por otra parte, lleva a cabo la práctica de la misericordia en la vida cotidiana. El servicio no se limita al templo; la misericordia no se debe solamente en ese espacio. En el caso de Marta, ella se preocupaba tanto por el servicio que se agitó sin saber la razón de su servicio. Casi que podemos decir que Jesús aquí enseña que el servicio no debe ignorar primero la comprensión atenta a la palabra de Cristo.

Si no se comprende a Cristo, no se comprende el servicio. No es una parte mala por una parte buena. No se le pide a Marta dejar de ser hospitalaria o servicial. Jesús quiere más bien aliviar el servicio.

Vida activa y contemplativa

El primero que interpretó este pasaje fue Orígenes en el siglo II d. C.[1] Según el padre de la exégesis, María representa la vida contemplativa y Marta la vida activa. Orígenes no opone ambas actitudes, sino que las considera como complementarias. Entre otros padres, Agustín sigue la misma interpretación de Orígenes sin oponer a Marta con María.[2] Por último, Tomás de Aquino continúa con la idea de Orígenes acerca de la vida activa y contemplativa, aunque él sí considera la vida contemplativa por sobre la activa.[3]

Esta lectura considera el texto más allá del elemento religioso y plantea la vitalidad del texto en la esfera filosófica o vital. Es una muestra de que la narrativa bíblica con sus elementos interpretativos surca los espacios del saber humano.

Conclusiones

Primero una mención sobre los pasajes complejos de la Biblia. Es fácil pensar que Jesús aquí prefiere a María. Si fuera así, todo servicio perdería su sentido y nadie debería servir. Este es un buen ejemplo de que la lectura de la Biblia merece silencio y la debida atención como María. Antes de sacar conclusiones como Marta al servir sin sentido o sin sumo cuidado, hay que dejarse leer por la Biblia a través de las preguntas al texto.

Segundo, así como Marta recibió a Jesús, así también cada creyente recibe al Señor para ser instruido por él. En ese encuentro con Jesús, Marta reveló quién era ella como persona y fue en él donde depositó su queja y no en el otro. Solo el Señor puede transformarla, aun cuando se trate de una queja. En la queja se refleja la vulnerabilidad, pero también la disposición.

Tercero, la contemplación es la escucha de la palabra de Dios y la acción siempre es el servicio al prójimo y a Dios. Jesús sigue visitando hoy: “cualquiera que recibe a un niño en mi nombre” (Mc 9:37); “cuanto hiciste a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hiciste” (Mt 25:40). Es a Jesús a quien se acepta o se rechaza.

No basta con ser Marta y María. Hay que ser María buscando lo mejor de Marta, Marta buscando lo mejor de María. Una escucha que actúa y unas manos que escuchan.


[1] Orígenes, Homilies (Washington: The Catholic University of America Press, 1996), 170-71, 192.

[2] Agustín, Homilías (Madrid: BAC, 1952), Sermón 104.

[3] Tomás de Aquino, Suma teológica (Madrid: BAC, 1955), 2-2 q.182 a.3.

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