La crisis que se está viviendo por el coronavirus ha generado una revolución mundial, en la cual las personas buscan la supervivencia propia. Cuando se empezó a generar la noticia del coronavirus mi primera reacción fue de incertidumbre. No creí que fuera a tener mayor impacto. Estaba en el primer campamento apologético de Guatemala cuando nos llegó la noticia que el virus había ingresado a nuestro país. Estaba atónita, ya que la última vez que leí acerca del mismo estaba al otro lado del mundo, y no pensé que llegaría a Guatemala.
Cuando menos lo pensamos, la vida cambia, ya sea para bien o para mal. Hacemos planes a futuro, sabiendo que existe la incertidumbre del mañana. Muchos planes fueron frustrados: vacaciones, bodas, abrir un nuevo negocio, ampliar la empresa, etc. Sin embargo, aun en medio de tal situación, la voz de Dios nos está diciendo que aún no es el momento.
Los momentos de incertidumbre causan que toques fondo y te obligan a decidir por un plan de contingencia. Unos creen que lo mejor es consultar fuentes incorrectas para saber qué depara el futuro. Otros se cubren con hechiceros que prometen protección ante el contagio. Otros religiosos buscan que sus buenas obras del pasado sean suficientes para que la enfermedad no toque su cuerpo. Es ese momento cuando caes en la cuenta del peligro que corres tú y los tuyos, y piensas en cuál es tu prioridad en medio de la incertidumbre. ¿Acaso tu plan de contingencia incluye a Dios?
Les comparto lo que he aprendido en esta cuarentena, en este proceso de no saber qué depara el futuro. Primeramente, aprendí a pausar para tener un tiempo con Dios. Antes del COVID-19 las personas tenían su vida planificada, no tomaban en cuenta que podría haber una pausa de todos sus planes. En lo personal, yo era ese tipo de persona. Estaba afanada con mi planificación diaria, y si tenía tiempo, se lo daba al Señor. Ahora que estoy en medio de la incertidumbre mi tiempo se lo dedico a él. Lo único que anhelo es escucharlo y saber cuál es el propósito de esta situación, y él me contesta diciendo que tiene el control de todo: «Yo soy el único Dios y mantengo bajo control todo lo que pasa en este mundo. He existido desde el principio y existiré hasta el final» (Is 41:4 TLA).
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