El Bebé de Belén es el Rey de Gloria, el Rey que vino para salvarnos del pecado, de la muerte, de la tristeza y del dolor. Las palabras relativas a la realeza de Cristo, cumplen muchas profecías del Antiguo Testamento. Jesús es el cumplimiento fiel de las promesas de Dios, de todas las profecías mesiánicas. Jesús, como lo aseguran varios pasajes del Antiguo Testamento es el corazón de toda la Escritura, toda la Biblia profetizó acerca de Él. Él era la suma y el alcance de las predicciones bíblicas.
Como bien lo menciona el Edgar Contreras, Jesús era: la simiente de Abraham, el Isaac de Abraham, el Siloh de Jacob, el gran profeta que le fue anunciado a Moisés, el Emmanuel, Dios con nosotros de Isaías, el Pastor verdadero de Ezequiel capítulo 34, el Santo de Daniel, el Renuevo de Zacarías, el Ángel de Malaquías, todos ellos predijeron su venida. Fue Jesús el Sacrificio de Abel, las Primicias de Abraham, la Vara de Aarón que reverdeció, la Roca que dio agua a los israelitas, el Maná en el desierto, el Tabernáculo de David, el Templo de Salomón. Todas estas cosas prefiguraron la encarnación de Cristo. Todas aquellas cosas fueron figuras y tipos del Niño Jesús. Entró a este mundo como un humilde bebé. Nació en un pesebre, nació en Belén la más pequeña de las ciudades de Judá, nació en una familia humilde económicamente, fue envuelto en pañales, nació en un establo que era una roca cavada, creció en Nazaret, una ciudad bastante atrasada en cuanto a lo intelectual y económico en Palestina, el Señor Jesús incluso murió en una cruz que no era suya, sino merecida por otros, aun el sepulcro donde fue enterrado no era de Él. Lo glorioso es que no se quedó en la tumba, resucitó y venció la muerte con poder.
No importa la situación que estés atravesando, hay alguien que te entiende, comprende a cabalidad tu situación, Él estuvo en este mundo, tomó nuestra naturaleza humana, vivió cada una de las situaciones que enfrentamos, por tal razón conoce nuestra situación, entiende nuestros sentimientos, siente nuestro dolor. Él murió y resucitó para darnos la victoria. «Nos da vértigo pensar que el Creador y Sustentador del universo entró en la historia humana no como un héroe militar conquistador, sino como un pequeño Bebé. Pero ésta es la verdad de la Encarnación».[1]
¿Cómo pasarás esta Navidad? ¿Dejarás que el pesar, la tristeza o el dolor se apoderen de ti, o permitirás que ese Niño de Belén que vino para morir y vencer la muerte traiga paz y esperanza a tu corazón? Por el Bebé de Belén hay paz, consuelo, esperanza y bienaventuranza.
¿Cuál es tu respuesta ante el Bebé de Belén? Cerrarás la puerta de tu corazón como se dice en el relato de Lucas, «…porque no había lugar para ellos en el mesón». O tu respuesta es positiva como la de los pastores y magos. Vemos a los humildes pastores que le entregaron adoración, humildad, ternura y amor, los magos llegan desde tierras lejanas para entregar sus presentes: oro, incienso y mirra. Ábrele tu corazón, permítele que nazca en ti y que su paz que sobrepasa todo entendimiento, guarde tu corazón y pensamientos (Flp 4:7).
¡Feliz Navidad!
[1] Comentario Bíblico de William MacDonald (Viladecavalls: CLIE, 612).
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