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Navidad: ¿tristeza y nostalgia o alegría y esperanza?

    Para la Navidad del año 2020 me hice la pregunta, ¿Navidad: tristeza y nostalgia o alegría y esperanza?

    Crecí en el seno de una familia pastoral. Mis padres fueron pastores por más de 40 años, padres piadosos. La paz, el amor, fidelidad, gracia y misericordia de Dios ha sido el centro de nuestra familia. Cuando iniciamos el año 2020, nunca nos imaginamos lo que sucedería en nuestra familia y la situación que nos tocaría atravesar. El 2 de septiembre de ese año ingresamos a mi padre al hospital, infectado por COVID 19, el 6 del mismo mes llevamos también al nosocomio a mi madre por la misma enfermedad. Solamente habían pasado cuatro días, era el 10 de septiembre, cuando a las cero horas con treinta minutos recibo hasta ese momento la noticia más triste de mi vida, mi madre había fallecido. Nunca había sentido un dolor tan profundo en mi corazón, sentí que me desgarraban el corazón mismo. En medio de la tristeza y el dolor, pude sentir la paz y el consuelo del Eterno y Soberano. Tenía que decir hasta pronto al amor de mi vida, la mujer más dulce y tierna para mí. Solo Dios sabía cómo me sentía. Solamente habían pasado 96 horas, cuando el 14 de septiembre a las seis treinta de la mañana recibo la segunda noticia más triste de mi vida, mi héroe, mi gran ejemplo, mi mentor, el hombre de mi vida también había fallecido. No entendía lo que estaba sucediendo, de pronto los seres que más había amado en este mundo ya no estaban conmigo. En medio de esa situación recordé las palabras de mi padre: “A Dios no se le cuestiona ni se le discute, a Él se le obedece y se acepta su voluntad”. Como familia, humanamente hablando estábamos conmocionados, consternados, apesarados, adoloridos y cuantos adjetivos más pudiera decir, pero ¿qué de mis padres? Ellos habían ganado la batalla, se habían encontrado con su Salvador, quien los amó y se entregó por ellos. Ahora habían entrado al gozo sublime de estar en las moradas eternas. ¡Gloria a DIOS!

    En medio de las circunstancias de dolor y tristeza, rápidamente podemos exclamar ¿Por qué, Dios?, fácilmente olvidamos lo que Pablo nos dice «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Ro 8:28). Nada de lo que Dios hace es incorrecto, nada de lo que Dios hace es imperfecto, Él es Soberano y perfecto en todo lo que realiza.

    Hoy más que nunca puedo decir: No he perdido a mis padres, solo se adelantaron a esa morada gloriosa donde pronto los veré y entonces se cumplirá la bendita palabra: «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron» (Ap 21:4).

    Sabemos cuándo y dónde nacemos, pero no sabemos dónde y cuándo vamos a morir. De aquí la gran importancia de tener asegurada nuestra vida en Cristo. No debemos olvidar que en este mundo solo estamos de paso, como bien lo expresaba Isaac Newton: «La vida en este mundo es solo un paréntesis en la eternidad». Lo importante no es cómo, dónde, cuándo y por qué muramos, sino hacia dónde vamos. ¡Gloria a Dios porque por el Niño de Belén tenemos esperanza!

    Humanamente hablando, la muerte es sinónimo de dolor, tristeza, miedo, angustia, desgracia, pero por el Bebé de Belén, para el cristiano, el hijo de Dios, la muerte representa victoria, gozo, triunfo, bienaventuranza y ganancia.

    El Bebé de Belén es el Rey de Gloria, el Rey que vino para salvarnos del pecado, de la muerte, de la tristeza y del dolor. Las palabras relativas a la realeza de Cristo, cumplen muchas profecías del Antiguo Testamento. Jesús es el cumplimiento fiel de las promesas de Dios, de todas las profecías mesiánicas. Jesús, como lo aseguran varios pasajes del Antiguo Testamento es el corazón de toda la Escritura, toda la Biblia profetizó acerca de Él. Él era la suma y el alcance de las predicciones bíblicas. 

    Como bien lo menciona el Edgar Contreras, Jesús era: la simiente de Abraham, el Isaac de Abraham, el Siloh de Jacob, el gran profeta que le fue anunciado a Moisés, el Emmanuel, Dios con nosotros de Isaías, el Pastor verdadero de Ezequiel capítulo 34, el Santo de Daniel, el Renuevo de Zacarías, el Ángel de Malaquías, todos ellos predijeron su venida. Fue Jesús el Sacrificio de Abel, las Primicias de Abraham, la Vara de Aarón que reverdeció, la Roca que dio agua a los israelitas, el Maná en el desierto, el Tabernáculo de David, el Templo de Salomón. Todas estas cosas prefiguraron la encarnación de Cristo. Todas aquellas cosas fueron figuras y tipos del Niño Jesús. Entró a este mundo como un humilde bebé. Nació en un pesebre, nació en Belén la más pequeña de las ciudades de Judá, nació en una familia humilde económicamente, fue envuelto en pañales, nació en un establo que era una roca cavada, creció en Nazaret, una ciudad bastante atrasada en cuanto a lo intelectual y económico en Palestina, el Señor Jesús incluso murió en una cruz que no era suya, sino merecida por otros, aun el sepulcro donde fue enterrado no era de Él. Lo glorioso es que no se quedó en la tumba, resucitó y venció la muerte con poder.

    No importa la situación que estés atravesando, hay alguien que te entiende, comprende a cabalidad tu situación, Él estuvo en este mundo, tomó nuestra naturaleza humana, vivió cada una de las situaciones que enfrentamos, por tal razón conoce nuestra situación, entiende nuestros sentimientos, siente nuestro dolor. Él murió y resucitó para darnos la victoria. «Nos da vértigo pensar que el Creador y Sustentador del universo entró en la historia humana no como un héroe militar conquistador, sino como un pequeño Bebé. Pero ésta es la verdad de la Encarnación».[1] 

    ¿Cómo pasarás esta Navidad? ¿Dejarás que el pesar, la tristeza o el dolor se apoderen de ti, o permitirás que ese Niño de Belén que vino para morir y vencer la muerte traiga paz y esperanza a tu corazón? Por el Bebé de Belén hay paz, consuelo, esperanza y bienaventuranza.

    ¿Cuál es tu respuesta ante el Bebé de Belén? Cerrarás la puerta de tu corazón como se dice en el relato de Lucas, «…porque no había lugar para ellos en el mesón». O tu respuesta es positiva como la de los pastores y magos. Vemos a los humildes pastores que le entregaron adoración, humildad, ternura y amor, los magos llegan desde tierras lejanas para entregar sus presentes: oro, incienso y mirra. Ábrele tu corazón, permítele que nazca en ti y que su paz que sobrepasa todo entendimiento, guarde tu corazón y pensamientos (Flp 4:7).

    ¡Feliz Navidad!


    [1] Comentario Bíblico de William MacDonald (Viladecavalls: CLIE, 612).

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