Somos seres que interpretan[3]
Debemos recordar que el mundo actual nos presenta muchos contextos, contenidos y relaciones que debemos interpretar y lo hacemos cada día. Sin esta interpretación prácticamente estaríamos ajenos al mundo y a los demás seres humanos. Pero, al interpretar, tenemos esa “apertura al mundo”.[4]
Esta apertura nos permite tener una interacción con el mundo para habitar y movilizamos en él y hacer uso de sus recursos. Nos permite una interacción y relación con los demás seres humanos. Además, esta interpretación nos permite conocer a Dios, por medio de esa apertura al mundo o como dice la Biblia “por medio de las cosas creadas”, también por medio de su palabra como revelación especial, y por medio de su revelación en Jesucristo.
Así que, ya que somos seres que interpretan, la narrativa juega entonces un papel importante en la apologética.
Somos seres que narramos
Lewis y Tolkien coincidían en que en la antigüedad los sabios al enseñar valores no hablaban de ética y estética, de la axiología como división de la filosofía. Mas bien, contaban historias, unas de hombres y mujeres valientes que inspiraban a hombres y mujeres que se envalentonaban y regresaban a sus hogares queriendo demostrar su valor.
En dos sentidos el evangelio también es una narrativa: en el sentido de hablar del amor de Dios y su expresión en la encarnación por medio de Jesucristo, siendo este nuestro valiente salvador (también vemos en los evangelios a Jesús como un excelente narrador), quien se enfrenta a las fuerzas del pecado y la maldad y resulta victorioso. Y también en el sentido de ser una narrativa que nos muestra un aspecto de la realidad en la que vivimos y esto claro está sujeto a interpretación para luego poner en práctica.
Apologética desde el testimonio
El punto es el siguiente y quiero usar palabras de Paul Ricoeur: “El testimonio da algo que interpretar”.[5] Si esto es cierto entonces nuestro testimonio, no solo personal sino comunitaria, es visto por nuestro grupo social, nuestra comunidad, nuestro país. Esto provocaría una reacción en ellos y puede ser a manera de pregunta: ¿cuál es la razón de la esperanza qué hay en ti? Este sería la Apologética desde el testimonio: despertar a las personas y provocar estas dudas. Una vez realizado esta pregunta ¿Cómo respondemos?
En el camino estas preguntas tomaran diferentes formas ya que habrá un choque de narrativas y niveles de realidad que se enfrentan para responder ¿cuál es la narrativa que explica mejor la realidad? Preguntas sobre origen, significado (propósito), moralidad y destino surgirán y serán respondidas desde una Apologética narrativa.
Nuestro cristianismo viene a ser el centro de equilibrio donde los mapas, niveles y relatos encuentran su sentido, sin que los demás niveles como la ciencia y la filosofía (por ejemplo) sean desechados, más bien, los integramos. Dios es el sentido de la realidad porque él mismo es el paradigma de la realidad y por lo tanto de la verdad. Entonces, la teología (fe) florecerá en los áridos campos de la ciencia y filosofía redimiendo así todo lo demás.
Este, como verán no es un manual de apologética, tal cosa no existe a mi punto de vista, no uno completo y exhaustivo. Solo es una nueva forma de traer respuestas cuando la duda no viene solamente desde un punto “racional o científico”. La humanidad no necesita otros dioses, por lo tanto, nuestra apologética en estos tiempos difíciles debe ser un destructor de esos dioses. Reconozco que hace falta mucho que decir al respecto, pero aquí es donde iniciamos.
Al final nuestro propósito será provocar que las personas vengan a los pies de Cristo y digamos juntos, así como Balín refiriéndose a su rey Thorin, en el Hobbit: “Ahí está uno al que puedo seguir. Ahí está uno al que puedo llamar Rey”.
[1] Alister McGrath, C. S Lewis, su Biografía (Madrid: Rialp, 2014).
[2] Alister McGrath, La ciencia desde la fe (España: Espasa Libros, 2015).
[3] Jorge Ostos y Saul Sarabia, Reteniendo lo bueno: Saqueando los tesoros del posmodernismo (Oregon: Kerigma, 2020).
[4] Wolfhart Pannenberg, El hombre como problema (Barcelona: Herder, 1976).
[5] Paul Ricoeur, Fe y filosofía: Problemas del lenguaje religioso (Argentina: Almagesto-Docencia, 1994).
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