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Cuando obedecer a Dios
no trae los resultados que esperas

Hace seis meses tomé una decisión muy difícil, volver a mi país. Quería tanto que eso sucediera que cuando Dios movió todas las piezas (después de una muy larga espera y muchísimas oraciones) interpreté que eso era lo que Él deseaba de mí.

Sin embargo, con el pasar de los días, y estando ya en mi natal nación, Guatemala, las cosas no se estaban dando como esperaba y me las imaginaba.

Y la verdad, estimado lector, he de confesarles que no han sido días fáciles.

Por supuesto que he tenido momentos gratos con personas que aman a Dios y, claramente la mano del Señor no me ha desamparado. Pero, reitero, han sido días complicados, llenos de duda, incertidumbre, desesperación y hasta ansiedad.

Entonces me pregunté, ¿qué significa obedecer a Dios cuando los resultados no son los que esperaba? ¿Por qué se me ha vuelto todo tan difícil e incómodo si se “supone” que esto era, según mi apreciación, lo que Dios quería para mí? ¿Qué significa obedecer y confiar en Dios? Y si estoy tan segura de mi retorno al país que me vio nacer, ¿por qué ha sido todo un reto?

Pues lo que tengo que reconocer es que mi idea de obediencia ha sido transformada para bien y uno de los textos bíblicos más inspiradores que me han ayudado en este proceso se encuentra en la carta que escribió el Apóstol Pablo a la Iglesia de Filipo:

“Estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.” Filipenses 1:6

La lectura de este versículo me resultó muy ilustrativa porque podemos aprender que la obra que Dios comenzó en la iglesia de Filipo fue un proceso educativo continuo que incluyó no solo los logros de los creyentes de la comunidad de fe sino también las angustias inherentes a la condición humana. Por ello, Pablo no oculta el sufrimiento que padecía como parte de su perfeccionamiento hacia la madurez y su capacitación intelectual, moral y espiritual hasta el día de la venida de Cristo.

Además, la Palabra nos permite saber que Dios no actúa como nosotros los seres humanos. Más bien, Él ejecuta sus planes hasta terminarlos con la finalidad de que sus hijos formen de manera integral el carácter.

Por eso, he podido entender que lo que Dios me está permitiendo vivir tiene como objetivo erradicar mi narcicismo o egoísmo para poder servirle cada día y donde quiera que esté con la madurez y la tenacidad necesaria para enfrentar los avatares de esta vida.

Y todo lo anterior, me ha llevado a concluir que Dios me trajo para seguir moldeándome cual vasija de barro cuyo artesano desea irrumpir en mi historia para que le conozca de una manera más profunda y me permita erradicar mis propios prejuicios para centrarme verdaderamente en Él y no en mí misma. Por ello concluyo que:

“En ocasiones sentirás a Dios como un Padre que te abraza y en otras ocasiones como un alfarero que te rompe y te moldea. En ambas te ama con amor eterno.”

Hay tantas cosas que podría mencionar, pero la más importante ha sido saber que al Señor le importa más mi formación que mi querida y tan anhelada comodidad.

Y así, la obediencia se constituye en ese camino de perfeccionamiento hacia esa meta que está más allá de lo cognoscible. Resulta más bien un proceso de educación constante rumbo a la “tierra prometida” donde Él lleva a sus discípulos a tener claridad, fortaleza y sabiduría.

Y ahora entiendo que, aunque he experimentado enojo, inconformidad, quejas, frustración, tristeza y congoja, no es menos cierto que Su Palabra se ha constituido en mi real sustento existencial, moral, racional y espiritual:

“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” Isaías 26:3.

Indudablemente obedecer a Dios trae resultados exactos y precisos. Es más, dichos resultados son los mejores para nuestra vida porque serán los que nos conducirán a ser siervos aprobados, en donde Jesús se convierte en nuestro principal modelo de vida. Mi oración por usted y por mí es esta:

Señor Jesús, renueva mi forma de pensar, quita todo aquello que está mal. Transforma mi corazón y moldéalo de acuerdo con tu voluntad.

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