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Universidad y fe: creer en tiempos difíciles, parte 2.

    En un artículo anterior hablé sobre proponer una tríada básica pero no simplista para el discipulado juvenil. El primer aspecto fue una preparación bíblica profunda que enfrente las dudas y que interactúe con otras disciplinas. Ahora, en este segundo escrito, reflexionaremos sobre los dos elementos restantes.   

    Filosofía: pensamiento crítico, argumentación, lógica, falacias, argumentos a favor de la existencia de Dios.  

    La argumentación ha sido usada por las diferentes ramas del pensamiento, y la filosofía la llevó a su mejor forma. Un buen filósofo no es aquel que se enreda con palabrerías, sino quien expresa simple y organizadamente las maravillas que han inquietado a la humanidad (por ejemplo, ¿de dónde vengo?, ¿quién soy?, ¿cuál es mi propósito en el mundo?). De hecho, la filosofía nos ha permitido profundizar en lo que se conoce como teología natural. Este conocimiento es útil porque nos permite dar a conocer, de una forma bien articulada y sistemática, argumentos a favor de la existencia de Dios.

    Es necesario hacer una aclaración: estos argumentos, contrario a lo que mucha gente cree, no “prueban” la existencia de Dios según el entendimiento convencional y racionalista del término “probar” o “prueba”. Los argumentos a favor de la existencia de Dios trabajan conjuntivamente y muestran que la creencia en Dios es plausible y lógica (no contraria a la razón, es decir, no es irracional).

    Algunos de estos argumentos son:

    1. Argumento cosmológico. Este argumento nos permite concluir que existe una causa primera, la cual solo puede venir de una mente. No concluimos de primeras en el Dios judeocristiano, pero sí nos abre la posibilidad al teísmo.

    2. Argumento teleológico. Este argumento nos dice que el diseño que presenta el universo está sumamente ajustado. Aquí, estableciendo la base de la inteligencia y la información, se defiende que solo una mente es capaz de diseñar algo tan finamente ajustado que permita la existencia de la humanidad.

    3. Argumento moral. S. Lewis decía que todos tenemos esa sensación de que algo está mal o algo está bien, y que nos sentimos inclinados, en muchas ocasiones, a actuar según lo correcto. A esto se le llama “ley natural”, y, según Lewis y otros autores, todos participan de ella. Algunos nos aventuramos un poco más estableciendo, a la manera de William Lane Craig, un argumento moral que vincule a Dios con los valores y deberes morales objetivos. No se trata de establecer si podemos conocer los valores y deberes morales sin creer en Dios, sino de afirmar que ellos existen porque Dios los creó.

    Historia del pensamiento, de la tradición y de la espiritualidad

    En el hombre siempre ha existido la historia. Todo hecho pasado, incluso sin registrar, es historia. Pero esta, entendida como disciplina que estudia los hechos registrados del pasado, no solo nos ofrece el contexto universal de las culturas o de los personajes, también proporciona los elementos para trazar e interpretar el pensamiento y su continuo desarrollo.

    El cristianismo que profesamos tiene un trasfondo, un inicio y está teniendo su desarrollo. Lo que leemos y estudiamos hoy en la Biblia es palabra de Dios, pero también es la revelación y el despliegue de un pueblo en la historia. Este testimonio se halla registrado en el Antiguo Testamento, pasa por la venida de Cristo y el cumplimiento de la revelación divina en él (Nuevo Testamento) y continúa desarrollándose en la historia de la iglesia y su contexto.

    Para conocer nuestra fe es necesario, por tanto, conocer la Biblia, su contexto, sus culturas y sus pensamientos. Solo así podremos hacer que la historia cobre sentido, y que no solo conozcamos la historia de un José por aquí, un Moisés por acá y un Dios por allá. Mejor aún, así tendremos la oportunidad de percibir la riqueza de Dios que se revela en la historia de un pueblo escogido, mediante el cual viene el Salvador, quien en su vida, muerte y resurrección ofrece salvación, perdón y reconciliación. Una historia entretejida con hilos de amor, misericordia, paciencia y gracia, que llega hasta nosotros no solo para ser leída e interpretada, sino para que formemos parte de ella.

    Una fe que brilla en la universidad y una universidad que alumbra la fe

    Si fortalecemos nuestros discipulados con este contenido, todavía no estaremos listos del todo. La mejor defensa de la fe es una vida íntegra, es decir, una vida donde nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones estén alineados y armonizados. A esto lo llamo “testimonio de fe” o “apologética del testimonio”. Si anhelamos vivir este tipo de vidas, la de un auténtico discípulo que glorifica a Dios, debemos de permanecer en Jesús: leyendo su Palabra, siendo obedientes y fieles (tener fe) y preparándonos para dar razones de nuestra esperanza.

    Joven, no le temas a la universidad, no es enemiga de la fe. La universidad es el campo donde la fe interactúa con las ramas del conocimiento y se fortalece.

    El poeta dominico Paul Murray dijo: “Dios es el ojo de la aguja hacia el cual se ven atraídos todos los hilos del universo”. Los hilos de tu vida están siendo atraídos hacia Dios incluso en la universidad. 

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